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Actualizado hace 4 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnistas


`El capital en el siglo XXI´

11 de Marzo de 2015

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Tito Livio Caldas

Fundador y presidente del Instituto Libertad y Progreso (ILP)

 

 

Thomas Piketty, profesor de la École d’Économie de París, ha demostrado una sabiduría que lo ubica, sin duda, entre los diez más destacados economistas de la historia universal. Piketty es, además, un humanista y un cultísimo hombre de letras, capaz de hacernos sentir el encanto, nuevo para mí en estos áridos temas, de su admirable exposición científica. Desde luego, su libro ha circulado velozmente en todos los medios académicos y políticos y, quizás con demasiado unanimismo, se está adoptando como plataforma del Estado social de derecho del siglo XXI.

 

Para despejar dudas, el autor advierte que forma parte de “esa generación que se volvió adulta escuchando en la radio el desmoronamiento de las dictaduras comunistas. Estoy vacunado de por vida –agrega– contra los perezosos discursos anticapitalistas, que parecen olvidar ese fracaso histórico fundamental...”.

 

El autor toma como fundamento inicial de su libro el trabajo pionero del norteamericano Simon Kuznets, quien cumplió la ardua labor de medir la evolución de la desigualdad de los ingresos en los EE UU de 1913 a 1948, a partir de lo cual Piketty amplía y actualiza la investigación a un puñado de países ricos y a otros en desarrollo, para un total de más de 20 países.

 

Se explica así cómo pudo mantenerse fiel –algo admirable– a una preocupación de justicia y convivencia social que fue tema central de vida de grandes economistas, pensadores y dirigentes socialistas de los dos siglos anteriores, pero ahora con fórmulas practicables dentro de la democracia política, el sistema capitalista de la propiedad privada, la iniciativa individual y el libre mercado. La fórmula es bien sencilla y eso, a mi juicio, permite creer más en ella: solo con mayor tributación para mayores ingresos, patrimonios y herencias, y con destinación a los tres frentes del Estado social del siglo XXI –educación, salud y régimen jubilatorio para la ancianidad– podrán las naciones democráticas progresar a la velocidad de los tiempos que corren, menos amenazadas de posibles violentas explosiones sociales y padecimientos catastróficos como los que sufrimos en el siglo XX.

 

Las contribuciones obligatorias, como porcentaje del ingreso nacional, que para el periodo de 1870 a 1910 y para EE UU, Reino Unido, Francia y Suecia, bordearon el 10 %, se acrecentaron de manera escarpada en las seis décadas siguientes para llegar en el 2010, respectivamente, al 30, 40, 50 y 54 %. Bueno es recordar que este porcentaje tributario llega en Colombia a un nivel aproximado del 38 %.

 

Si bien es un nuevo sacrificio para los ricos, que siempre han pagado las mayores sumas de los impuestos, se hace necesario a pesar de sus lamentaciones, porque el mundo capitalista y democrático necesita avanzar hacia una justa y próspera civilización.

 

En cambio, su destinación para la educación, la salud y la financiación de un régimen jubilatorio, todo en beneficio de las grandes mayorías carentes de recursos, no despierta mayores divergencias de opinión entre partidos y dirigentes políticos.

 

Y un punto final en este programa del Estado social del siglo XXI de Piketty es el referente al buen manejo de los mayores recursos que ingresarán a las arcas del Estado; buen manejo que no podrá alcanzarse si no mejoran sustancialmente la ética y la eficacia de funciones y estructuras estatales y la moral y responsabilidades de sus funcionarios. Mi sugerencia: leer este admirable y pivotal libro del siglo XXI.

 

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