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Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

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ETC / Cultura y Derecho


El ‘affaire’ Piketty

13 de Junio de 2014

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Andrés Mejía Vergnaud

Analista político

 

 

 

 

 

Recordarán los lectores que, en la entrega anterior de esta sección, recomendé dos libros recientes. Les contaba entonces que uno de ellos, titulado Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), del economista francés Thomas Piketty, ha sido recibido como una gran sensación bibliográfica en todo el mundo. Veíamos cómo, alrededor del mundo, el libro ha sido reseñado por expertos como una obra colosal, y algunos se aventuraron a decir que entraría al canon de la ciencia económica junto con los grandes autores como Smith, Ricardo y Marx. Esta última aseveración tal vez es un poco exagerada o al menos prematura, pero el mérito y la importancia del libro son innegables. Por tratar de un tema que está en primer lugar de la agenda pública (la desigualdad de la riqueza y el ingreso), sus análisis y conclusiones bien podrían determinar decisiones cruciales con respecto a las economías del mundo.

 

Piketty, recordemos, afirma que la tendencia hacia la desigualdad es inevitable en las economías capitalistas actuales, por cuanto, según su análisis, las rentas del capital crecen más rápido que el ingreso de las economías, por lo cual quien es ya poseedor de capital recibirá rendimientos que exceden el crecimiento del sistema económico. Para ponerlo en palabras simples, los ricos, por el solo hecho de poseer capital, se harían cada vez más ricos que los demás. Piketty propone un impuesto global a la riqueza para atenuar esta tendencia.

 

Pues bien: en los últimos días ha ocurrido con este libro algo muy peculiar. El 23 de mayo, el Financial Times, veterano y prestigioso diario londinense, publicó un artículo de Chris Giles, su editor económico, en el cual se afirma que el libro de Piketty está afectado por muy graves errores en los cálculos estadísticos y las series numéricas en las cuales se basa el autor. De acuerdo con Giles, el Financial Times realizó una revisión en la cual halló “errores y entradas no justificadas en sus hojas de cálculo”. Habría, según el diario, “errores en la transcripción a partir de las fuentes originales y fórmulas incorrectas”. Hasta aquí, ello sugeriría únicamente errores accidentales. Pero el Financial Times va más allá: afirman haber encontrado casos en los que se nota manipulación de las cifras y las fórmulas. Como consecuencia de ello, afirma el periódico, algunas de las conclusiones del autor no se sostienen. Por ejemplo, las tendencias hacia la mayor concentración de riqueza en Europa y el Reino Unido no estarían justificadas.

 

Se ha abierto entonces un nuevo debate: ¿en qué medida las conclusiones de Piketty se ven comprometidas por los errores que parece haber en sus cálculos? El propio Piketty, en una respuesta enviada al Financial Times, les resta importancia. Lo mismo han hecho comentaristas como Branko Milanovic (estudioso del tema de la desigualdad) y el blog “Free Exchange” de The Economist. Otros, como Tyler Cowen, consideran que los errores sí son relevantes y que la respuesta de Piketty es insatisfactoria. A favor del economista francés hay que decir que él mismo puso todos los anexos estadísticos en internet para consulta libre.

 

Queda, más allá de esta polémica, una reflexión: somos ya una sociedad sofisticada, cuyas decisiones de política y administración pública están, en ocasiones, orientadas por trabajos investigativos complejos, cuya comprensión y evaluación requeriría de conocimientos técnicos, y del tiempo que la revisión de cifras y datos demanda. Tendemos, por lo tanto, a creer que cualquier texto que venga lleno de gráficas y cifras está bien sustentado. Más aún: si las conclusiones coinciden con creencias de sentido común (como que los ricos son cada vez más ricos), las aceptamos con más rapidez. Y bien podríamos estar adoptando decisiones erróneas por no haber revisado los números. No olvidemos que las políticas europeas de austeridad se apoyaban en un estudio de los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, el cual mostraba que, a partir de cierto nivel, el endeudamiento público empieza a reducir la tasa de crecimiento económico. Hasta que un estudiante se dio a la tarea de revisar los números y encontró errores.

 

Somos, entonces, una sociedad cuyas decisiones dependen de complejos anexos estadísticos que preferimos no leer, y a los cuales damos crédito solo por la contemplación de su complejidad. Tendremos que crear el hábito de que, de cuando en cuando, alguien asuma el difícil y largo trabajo de revisar series numéricas, hojas de cálculo y fórmulas. Ello no garantizará que tomemos buenas decisiones, pero al menos evitaremos decisiones erróneamente fundamentadas.

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