En la ventana
El abogado del diablo
30 de Junio de 2011
Cristina Castro
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A los 13 años, Charles Manson atracaba a sus vecinos con puñal en mano. Tres décadas más tarde, este joven de Cincinnati había montado una logia, que buscaba hacer realidad el apocalipsis, que bautizó “la familia”. Siguiendo sus instrucciones, la familia asesinó a Sharon Tate, la esposa del director de cine Roman Polanski, en 1969. Sus seguidores entraron a la mansión en Beverly Hills y apuñalearon a la mujer, con ocho meses de embarazo, y a cuatro invitados. Antes de salir, untaron con sangre una toalla, y escribieron el mismo mensaje que dejaban en cada una de sus visitas: “cerdos”.
Por esos crímenes Manson fue condenado a pena de muerte. Como California la abolió temporalmente, esta le fue conmutada a cadena perpetua. Lleva 42 años tras las rejas. El caso sería historia, si el abogado Giovanni Di Stefano no se hubiera propuesto darle un vuelco. El jurista interpuso un recurso ante el Comité Interamericano de Derechos Humanos y ha acudido incluso al presidente Obama, con el fin de demostrar que a Manson se le violó el debido proceso durante su juicio, hace cuatro décadas.
El abogado dice que su talento es “defender lo indefendible”. Por eso, es conocido como “el abogado del diablo”. Entre sus protegidos han estado Sadam Hussein, Slodoban Milosevic y una decena de personajes. Fue apoderado de Jeremy Nevill, un hombre que mató a cinco miembros de su familia adoptiva y también de los llamados asesinos “Moors”, que hicieron lo mismo con cinco menores de edad. Sin embargo, uno de sus mejores casos es sobre sí mismo. Ha estado preso por fraude, la Universidad de Cambridge niega que se haya graduado de ahí y la escuela donde estudian sus hijos lo demandó por no pagar la matrícula.
Pocos abogados tienen la particularidad de volverse protagonistas de un caso por el solo hecho de tomarlo, como pasa con Di Stefano. Algunos, como él, logran además ser tan polémicos como sus clientes.
El mundo está lleno de abogados del diablo, o de abogados endiablados que por volver a tener un titular están dispuestos a desempolvar los anaqueles de la historia.
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