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Actualizado hace 5 minutes | ISSN: 2805-6396

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Verbo y Gracia


Eje Cafetero

20 de Enero de 2015

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Fernando Ávila 

Fernando Ávila

feravila@cable.net.co

 

 

 

 

Pregunta: ¿Debemos escribir «eje cafetero» con mayúscula?, Rafael Lara.

 

Respuesta: La Ortografía de la lengua española, 2010, dice: «Se escribe con mayúscula inicial el nombre propio de los territorios que en un país o una región se identifican por determinadas características físicas o culturales», que es el caso del Eje Cafetero.

 

Forman parte del Eje Cafetero los tres departamentos del antiguo Caldas (Caldas, Risaralda y Quindío), el nororiente del Valle del Cauca, el suroriente de Antioquia y el noroccidente del Tolima. Se caracteriza por el cultivo del café, y las expresiones sociales que de esa actividad se desprenden, el amor por el tango, el consumo de fríjol, el uso del yipao, el espíritu de servicio, la hospitalidad, la laboriosidad y otras virtudes heredadas de los antioqueños que dirigieron en el siglo XIX la colonización que les dio origen.

 

Hay una identidad casi total entre la cultura paisa y el Eje Cafetero, si bien lo paisa incluye también territorio antioqueño no cafetero (excepto el Urabá antioqueño, que es costeño). La primera característica notoria de la cultura paisa es el hablado, fácil de identificar por el yeísmo, las eses silbadas, las ces explosivas y un léxico universalizado por el cine y la literatura, que comienza con el famoso «¡Eh, Ave María, pues!», incluye el ya mundialmente conocido «berraco», con b de burro, y termina en el espantoso «parcero» de las nuevas generaciones. Como en todo dialecto, hay diferencias. La más notoria de ellas es que el «vos» de Medellín y sus alrededores no se oye en el Efe Cafetero, donde propios y extraños son siempre tratados de «usted».

 

En el año 2011, la Unesco declaró una zona del Eje Cafetero como Patrimonio de la Humanidad, con el nombre de Paisaje Cultural Cafetero. Muchas de las haciendas tradicionales de cultivo del café son ahora hoteles que facilitan el turismo nacional e internacional al territorio donde por más de siglo y medio se ha cultivado el mejor café suave del mundo.

 

El nombre de «eje» es más que justo, si se tiene en cuenta que la economía colombiana fue fundamentalmente cafetera durante la última mitad del siglo XX. La economía legal de la Nación giró en torno al eje del café, y dependió casi enteramente de él, antes de que llegara el auge del petróleo. Además, aunque el café se produce en otras zonas del país, el Eje se constituyó en zona preponderante de ese cultivo.

 

La oculta

No soy crítico literario, ni mucho menos, pero me gusta leer, dejarme llevar por las emociones que forman una novela, y recomendar lo leído cuando vale la pena. Me gusta recorrer la Bogotá de las novelas de Laura Restrepo y Santiago Gamboa y sufrir los episodios del 9 de abril de 1948 recreados por Arturo Alape. Me gusta acompañar a Jean Val Jean por las alcantarillas de París cargando a Mario, sumergirme con Kino en las aguas marinas para encontrar la Perla del Mundo, aspirar muchachas con Grenouille y recorrer los pasadizos secretos del Santa Clara con el padre Delaura en busca de Sierva María…

 

Y justamente por eso me gusta leer a Héctor Abad Faciolince. Qué bueno recorrer con él las calles de Medellín, entrar a su casa de Laureles, oír la guitarra y la voz de Andrés Posada y sentir el cimbronazo de la violencia, para solidarizarme con su dolor y acompañarlo en la huida al exilio, leyendo El olvido que seremos. Y qué bueno encontrar ahora en su nueva novela, La Oculta, a Pilar, Eva y Antonio, a quienes siento ya como hermanos de tanto conocer sus vidas.

 

La Oculta es una novela llena de poesía, de toques de humor e ironía, de fotogramas de la historia y de la realidad actual, en donde las cosas son como son. Sin moralismos, pero con tesis y antítesis, con resignación razonada, con aceptación inteligente. Muestra la misma Antioquia que hay en la narrativa de Tomás González, esa Antioquia de gente buena que ha perdurado como flor en medio del rastrojo, con las virtudes tradicionales de su gente constreñidas ahora por los vicios de los nuevos malos.

 

¡Léanla!

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