Cultura y Derecho
¿Educarse para qué?
19 de Diciembre de 2011
Especial para ÁMBITO JURÍDICO www.senderosdelbosque.blogspot.com
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Estamos en la época de la educación. Cuando los que nada sabemos queremos aprender para poder triunfar y sobrevivir en estos tiempos oscuros. Hay un culto por la educación, como si fuera una religión hacedora de milagros. Si tu tienes un buen diploma, puedes cambiar de estatus social, pasar del estrato uno o dos al estrato cinco o seis. Te augurarán un porvenir brillante y placentero. Y es probable que lo logres. Se cree que el camino de la educación superior, difícil y complicado en las universidades serias, abre todas las puertas para el éxito y, tal vez, para la riqueza.
Pero la educación es algo más. Cambia tu vida en el sentido de que te permite mirar la sociedad con otros ojos. Te da una visión global del mundo, te permite comprender la complejidad de tu tiempo, saber lo que está bien, lo que merece ser cambiado, por lo que vale la pena luchar. Para no seguir especulando, démosle la palabra a alguien que ha profundizado en el tema. Por ejemplo a Inmanuel Kant, quien creía en el hombre, en su capacidad de cambiar y perfeccionarse:
“Tras la educción está el gran secreto de la perfeccionabilidad de la naturaleza humana. Es encantador imaginarse que la naturaleza humana se desarrollará cada vez mejor por la educación y que ello se puede producir en una forma adecuada a la humanidad. Esto nos descubre la perspectiva de una especie humana futura más feliz”.
Hoy en Colombia, en Chile, en América Latina, la juventud libra una dura lucha por conquistar una educación de calidad, por romper los privilegios de clase que les permiten a algunos alcanzar las cumbres del conocimiento, mientras otros se deben conformar con la mediocridad de sus colegios y “universidades”. También miles de bachilleres, por más capaces que sean, son excluidos cada año de los centros educativos. No se trata de una lucha estéril. Los estudiantes han sido en todas partes una vanguardia que abre camino al pueblo al andar. Los estudiantes colombianos, en 1929, iniciaron el derrumbe de la hegemonía del Partido Conservador que ya duraba 45 años. El 8 y el 9 de junio de 1954 desenmascararon el carácter reaccionario del régimen militar encabezado por el general Gustavo Rojas Pinilla. Doce jóvenes universitarios quedaron muertos sobre el asfalto de las calles bogotanas, sin que estos hubieran disparado un solo balazo, sin provocación alguna de su parte.
En la actualidad (fines del 20ll), los estudiantes se han movilizado como nunca antes por el triunfo de sus reivindicaciones, por la ampliación indefinida de la cobertura que permita el acceso masivo a los colegios y universidades del país y por algo verdaderamente revolucionario: exigir la educación gratuita para todos los jóvenes, cualquiera sea su condición social y económica. Debemos destacar que dichas manifestaciones y protestas se han hecho sin utilizar la violencia, buscando la unidad de las universidades públicas y privadas y esgrimiendo una argumentación seria y responsable que ha recibido el apoyo y la solidaridad de la opinión pública.
De esta manera el nuevo movimiento estudiantil ha logrado derrotar la “ley 30 del 20ll”, que quería imponer una educación con fines de lucro y mantener los bajos presupuestos para el sostenimiento y desarrollo de la educación. Sorprende que los objetivos estudiantiles van más allá de los gremiales y abarcan temas como financiación, autonomía y democracia, bienestar y calidad, libertades democráticas, universidad y sociedad.
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