Curiosidades y…
Drogas y legalización
04 de Junio de 2012
Antonio Vélez |
Sobre las drogas sicotrópicas hay tres verdades muy claras: el consumo sigue en peligroso aumento, la delincuencia que generan ha tomado dimensiones asustadoras y las políticas represivas con que se las ha combatido se han mostrado ineficientes. Es, entonces, de suma importancia reflexionar sobre el asunto en busca de soluciones efectivas.
Para comenzar, conviene aclarar que el tema es complejo, en el sentido que los ingenieros dan al término: sistemas que por su naturaleza son difíciles de predecir, pues el grado de incertidumbre o de error en los pronósticos es muy alto. La complejidad surge por el número de variables en juego y por la densa interrelación entre ellas: muchos países afectados, sumas billonarias en juego, intereses políticos, graves problemas sociales y de salud, mercado de armas en permanente crecimiento, financiación de bandas criminales, guerrilla y paramilitarismo.
Al no conocerse bien el problema, las conclusiones propuestas no ofrecen ninguna seguridad, así que seguiremos indefinidamente exhibiendo argumentos en pro y en contra, en medio de una ignorancia mayúscula, es decir, continuaremos perdiendo el tiempo, haciendo propuestas sin ningún fundamento serio. Esto se debe a que un problema de suma complejidad se lo reduce a un simple juego de “castiguemos y el problema se resuelve”, o “legalicemos y listos”. Son inocentes y falaces los argumentos al simplificar un problema bien complicado. Y son ingenuos y simplistas los comentarios que se leen en los medios pues reducen por completo la complejidad, hasta un punto tal que desaparece por completo el problema.
Dado que la sola palabra “legalizar” pone los pelos de punta a más de uno, lo más sensato es discutir el problema sin una intención de tomar acciones correctivas inmediatas ¿Qué hacer, por dónde comenzar, entonces? Pues por conocer a fondo el problema, y para ello es necesario estudiarlo con altura y detalles, desde las zonas de cultivos hasta el cerebro del consumidor, pasando por el procesamiento, distribución, población de consumidores, estimación de riesgos, costos sociales... Ahora bien, ¿a quién corresponde estudiarlo? Pues a quienes tengan la preparación adecuada, es decir, a un equipo multidisciplinario y multinacional que incluya sicólogos, siquiatras, expertos en drogadicción, abogados, políticos, agricultores… En fin, un comité en que estén representadas todas las múltiples facetas del problema, y que sea libre de compromisos políticos o económicos.
La tarea principal de ese comité de la droga, que por supuesto no tendría funciones normativas, sería el estudio completo del asunto, reunir conocimientos detallados y seguros a fin de tomar decisiones acertadas: producción de las drogas, oferta y demanda, efectos neurológicos, tratamiento de adictos, experiencias de aquellos países que han incursionado en su legalización, eficiencia de las campañas educativas, éxitos y fracasos de las políticas actuales, y todos los demás aspectos que el comité juzgue necesarios. En una segunda etapa, el comité pasaría a predecir, usando la información reunida, lo que ocurriría en caso de llevarse a cabo la legalización, con respecto al supuesto aumento del consumo y a la supuesta disminución del narcotráfico, los dos temas centrales; es decir, predecir los costos y los beneficios. Hasta ahí llegaría su compromiso.
El consumo de drogas sicotrópicas se ha constituido en un cáncer social, contagioso y destructivo, siempre en aumento. Por tanto, estamos en mora de iniciar un estudio serio, libre de presiones políticas o económicas, de esta enfermedad que ha puesto en jaque la estabilidad social del mundo entero.
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