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09 de Mayo de 2024 /
Actualizado hace 2 horas | ISSN: 2805-6396

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Crítica Literaria


Douglas Botero

22 de Diciembre de 2016

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Juan Gustavo Cobo Borda

 

Este libro es, en cierto modo, una historia de Colombia vista desde el prisma de un hombre: Douglas Botero Boshell.

 

Confluyen, como él mismo lo dijo, tres raíces suyas provenientes de Antioquia y una cuarta originada en Inglaterra e Irlanda. Pero también tenemos por parte de sus ancestros exploradores en el Caquetá, banqueros en Bogotá e industriales en el Valle del Cauca. Y figuras singulares como Carlos E. Restrepo conjurando las guerras civiles con su propuesta republicana.

 

Patricia Pinzón, esa investigadora tan destacada, encontraba el documento revelador. Trátese de la incomparable Victoria Brush que empapeló Bogotá en mayo de 1885 con murales que denunciaban a su marido Martín Boshell, mostrando ya que la sumisión no era el destino femenino. Es también una historia de gremios (molinero, azucarero), pero es, sobre todo, una historia política. La de un conservador a secas que se entendió de modo civilizado y fecundo, siendo ministro de Carlos Lleras y embajador en Venezuela de Alfonso López Michelsen. Qué lección de principios y colaboración trátese de la casa Ospina y su diario La República. Trátese de su hogar abierto para reunir a las fuerzas vivas en contra de la dictadura. Misael Pastrana Borrero, quien lo nombraría embajador en Washington, en épocas de Nixon y Kissinger, un momento clave en la política exterior con China y América Latina.

 

No vacila en luchar contra la de Rojas Pinilla o en aplazar el coloquio con amigos que no se limitaban a hablar de política y negocios. Allí estarían Mario Laserna llevándolo al Consejo Directivo de la Universidad de los Andes o Nicolás Gómez Dávila entreabriendo en sus Escolios el hilo conductor de la tradición occidental, en este país periférico y en trance de formación. Por ello, era imperativa la comunicación con el mundo, esa emblemática antena de Chocontá que Douglas Botero imaginaría como Ministro de Comunicaciones para abrir canales de modernización.

 

“Mi hobby fue correr en auto a 200 o 250 kilómetros por las carreteras en Europa”, así se lo confesó a Lucy Nieto de Samper, cuando había perdido la vista. El desdichado episodio que lo sumió en las sombras, que lo convirtió en Kerensky, el mordaz comentarista que en El Tiempo, en el gobierno del presidente Betancur, volvió a reconocer el valor de la libertad de expresión, de la crítica razonada y de la justicia.

 

Se llamó conservador a secas y con tal distinción falleció como patriota, mostrando su adhesión institucional con quien había discrepado ante el holocausto del Palacio de Justicia.

 

Los dos volúmenes que ha publicado Villegas Editores nos rescatan su vida pública y sus agudas columnas en la página editorial de El Tiempo.

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