Curiosidades y…
Docencia y edad I
30 de Junio de 2012
Antonio Vélez |
La vejez, por lo regular, está asociada con pérdidas y desventajas. Pero existen excepciones, y una de ellas se presenta en la docencia. Un profesor entrado en años, siempre que esté a cargo de materias que no tengan una dinámica muy alta, es decir, materias cuyos programas cambian lentamente, puede sacarle ventajas al docente joven. Porque si la materia está en permanente cambio, el joven, por su mayor capacidad de estudio, por su mayor curiosidad, por su frescura intelectual, puede llevar una ventaja aquí.
Las matemáticas de secundaria y pregrado se caracterizan por su estabilidad, por su permanencia a través de los años. Por eso, en estas asignaturas, el profesor de edad lleva ciertas ventajas al joven, y, en consecuencia, una jubilación a los 60 años de edad es un desperdicio de materia gris. Más aún, existen otras materias con la misma característica.
Para comenzar, la experiencia docente es un factor importante en el ejercicio de esa actividad, pues permite seguir los caminos didácticos apropiados a cada tema. El profesor maduro sabe enseñar a pensar a sus estudiantes, quizá la más importante de las labores docentes. El profesor experimentado busca, ante todo, formar cerebros, y para ello estimula la curiosidad del estudiante, proporcionándole lecturas interesantes y planteándole problemas exigentes, junto con los medios indispensables para encontrar las soluciones. Con los años se aprende la diferencia entre formación e información, y se es capaz de utilizarla. Michel de Montaigne escribía: “En las escuelas se enseñan muchas cosas, pero no se aprende a pensar ni a hacer: los estudiantes acumulan en su memoria más y más información, pero son incapaces de usar sus conocimientos en forma independiente, y no relacionan de ninguna manera lo que saben con sus vidas”.
El viejo maestro conoce muy bien lo que se debe memorizar, lo justo, aquellas cosas fundamentales que luego servirán en los cursos siguientes. Para ello sabe elegir lo conveniente, lo que le servirá al estudiante a largo plazo, y, si es del caso, sabe reforzarlo con los recursos nemotécnicos apropiados. No olvidemos que la memoria es muy frágil, pero existen recursos para hacerla más sólida. Recordemos a Erasmo de Rotterdam: “La mayor idiotez es aprender algo que se ha de olvidar”.
El docente experimentado conoce los puntos “calientes” de la asignatura, es decir, aquellos temas que ofrecen mayor dificultad a los estudiantes, y al conocer esto, puede extenderse en ellos, profundizarlos; después, el tiempo gastado lo recupera acelerando los temas sencillos, los temas “planos”, aquellos al alcance de todos los cerebros. En ocasiones, si el tiempo se ha vuelto una variable crítica, es capaz de saltarse algunas partes de poca importancia sin lesionar la marcha del curso. En suma, el profesor de experiencia tiene mayor autonomía respecto al programa que debe desarrollar; sabe, además, salirse del tema cuando las circunstancias lo ameriten, sabe manejar su libertad y dosificar mejor el tiempo de clase.
El profesor experimentado ha acumulado conocimientos sobre su materia, la sabe mejor, logra tener una visión panorámica de los temas tratados, y conoce su aplicación en otras asignaturas, su conexión con otras áreas del conocimiento humano, y así puede utilizar esos puentes que las conectan con el tema que está enseñando. En general, el viejo zorro tiene una mejor perspectiva de la asignatura.
Además, la mayor edad le da al profesor más autoridad frente a la juventud de sus estudiantes. Es una respuesta natural, programada en nuestra naturaleza humana. Y con los años, el docente empieza a conocer más a fondo la sicología de los estudiantes, sus fortalezas y debilidades, y con ellas, elige la mejor manera de sacarles partido a las horas de clase.
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