Al Margen
Deuda eterna
30 de Enero de 2013
En 1357, un granjero suizo llamado Konrad Mueller asesinó a Heinrich Stucki. Dos perfectos desconocidos para la historia universal, que hubieran quedado para siempre en el anonimato, de no ser por la peculiar manera en la que el asesino expió su culpa y acordó repararles el daño causado con el crimen a los familiares de la víctima.
Desde hace 655 años, Mueller primero, y luego los sucesivos dueños de la tierra que alguna vez fue de propiedad del homicida, han venido pagando sagradamente una suma de dinero anual, para mantener encendida una vela en una iglesia local, en memoria del difunto. A eso se comprometió Mueller, según dicen, por los siglos de los siglos.
La cláusula que asegura el cumplimiento del inveterado acuerdo es tajante: si, por casualidad, a alguno de sus tantos e indeterminados obligados algún día se le olvida pagar la deuda, la tierra pasará inmediatamente a manos de la parroquia de Naefels, una ciudad ubicada al nororiente de Suiza.
Los eternos deudores habían venido cumpliendo con el pacto durante ocho siglos, hasta que la iglesia, en un arranque de formalismo apenas comprensible, decidió registrar ante las autoridades municipales el viejo acuerdo al que llegó Mueller cuando Europa apenas se recuperaba de la peste bubónica.
El trámite le sacó la piedra al granjero y deudor de turno, quien protestó en el acto. La iglesia, entonces, decidió presentar una queja ante un tribunal del cantón de Glaris, para ratificar su derecho a la cuota que mantiene viva la llama que recuerda a Stucki, que hoy asciende a 70 francos suizos (unos 135.000 pesos), y su eventual propiedad sobre la tierra dada en garantía, en caso de que no se cumpla con lo pactado.
Pero los curas fueron por lana y salieron trasquilados: el tribunal decidió que las prácticas contractuales del siglo XIV dejaron de ser válidas cuando Suiza reformó su sistema de préstamos, a mediados del siglo XIX. Así las cosas, la iglesia carece de títulos legítimos para seguir cobrando el dinero que el asesino se comprometió a pagar hasta el fin de los tiempos.
La decisión no es de poca monta para la parroquia de Naefels, si se tiene en cuenta que, el año pasado, un estudio reveló que los suizos se apartan cada vez más de la religión, movidos, entre otras cosas, por el porcentaje de carga fiscal que implica para ellos ser miembros de alguna confesión.
Esa misma razón, por ejemplo, llevó a que, en la vecina Alemania, las autoridades eclesiásticas decidieran sancionar con la exclusión de ciertos sacramentos a los católicos que no manifiesten su religión en la declaración de impuestos, conducta que genera la pérdida de valiosos ingresos anuales para el Vaticano.
La experiencia demuestra que, en Suiza y en Alemania, las iglesias se están quedando con menos fieles en sus bancas y menos ingresos en sus cuentas. Por lo menos, la platica que ingresaba cada año a las arcas de la parroquia Naefels se perdió, y la vela del difunto Stucki dejó de arder. Paz en su tumba.
(Fuentes: BBC Mundo y swissinfo.ch)
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