Al Margen
Desocupe prejubilación
02 de Mayo de 2012
El dicho “pasa hasta en las mejores familias” puede aplicarse a los “mejores países”. No es un misterio que en la Zona Tórrida, donde el sol golpea con toda su fuerza, el letargo y la negligencia sean el común denominador en las oficinas, particularmente en las públicas.
Súmenle al bochorno vespertino de estas latitudes el zumbido de un ventilador destartalado y el martilleo de varios teclados de computador (cuando no de máquina de escribir), y tendrán el clima perfecto para que un proceso judicial o una decisión administrativa duerma, por años, el sueño de los justos.
Eso, aquí, es la regla. Pero que en el norte de Europa, donde la producción intelectual e industrial marchan a ritmos frenéticos, los funcionarios se dediquen a “calentar butaco” es de no creer.
Sucedió en Alemania, nación caracterizada por la férrea disciplina y el estricto cumplimiento de los deberes. Ejemplo, como pocos, de la más pura ética protestante del trabajo y, hoy por hoy, músculo financiero del vecindario.
Allí, un desparpajado burócrata confesó, en un mensaje de despedida dirigido a sus compañeros, que durante 14 años de “labores” en una oficina municipal no hizo absolutamente nada: “Desde 1998, estaba presente, pero en realidad no estaba allí. Así que voy a estar bien preparado para la jubilación”, les dijo a sus colegas, con un toque de cinismo.
En ese tiempo, el hombre, de 65 años, devengó 745.000 euros (más de 1.700 millones de pesos) como inspector del Estado. Quedó claro, sin embargo, que a él nadie lo supervisó. De hecho, el desocupado funcionario acusó a las autoridades alemanas de crear estructuras ineficientes, contratar a varias personas para realizar las mismas funciones y comprar computadores y software a su juicio inutilizables.
Pero el alcalde local afirmó que nunca recibió queja alguna del hoy jubilado. Durante sus 38 años de “trabajo”, dijo, jamás se quejó por no tener suficientes cosas qué hacer (obvio, quién se va a quejar de cosechar una fortuna jugando tetris y solitario en horario laboral). Pese a lo bochornoso del incidente, el burgomaestre aclaró que, en este caso, en estricta aplicación de la ley, no procede ninguna sanción contra el vago oficinista. Le pesará la sanción moral de los indignados alemanes que, con sus tributos, le pagaron el salario y le pagarán la pensión. Pero nada más.
Mal ejemplo para los que tienen la misma costumbre por estos lares: los que dejan a la gente plantada por horas en las salas espera; los que retardan las decisiones de la justicia; los que engavetan derechos de petición, quejas y recursos, y, por supuesto, los que trabajan al estilo torero, por temporadas, dormitando en abullonados sillones, hasta que el golpe seco de un “pupitrazo” los despierta.
(Fuente: lavanguardia.com)
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