Columnistas
¡Democracia real ya!
09 de Agosto de 2011
Diego López Medina Profesor de la Universidad de Los Andes. Miembro fundador de DeJusticia diego.ambito.juridico@hotmail.com
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La crisis económica se ha dejado sentir en toda Europa con una fuerza impresionante. Así lo manifiestan todos los sectores sociales, que ven el futuro con enorme aprehensión. En este contexto, la España “democrática” entró en el pasado mayo en su ciclo electoral ordinario, que produjo ya el recambio de las administraciones municipales y, en una fecha aún incierta, deberá convocar a elecciones de gobierno nacional.
Todo normal hasta ahí: unos días antes de las elecciones locales, sin embargo, pasó algo muy interesante. Una serie de personas que se auto definen como “ciudadanos de a pie”, “común y corrientes”, “gente como tú” empezaron a convocar a través de las redes sociales a una serie de manifestaciones (a la postre inesperadamente masivas y exitosas), en las que pedían a la ciudadanía que se abstuviera de votar en las elecciones municipales del 22 de mayo (o 22-M en las siglas que están de moda en España) y que recuperarán la democracia de las manos de los partidos y de los banqueros que, en su opinión, la han cooptado en desmedro de las grandes masas de opinión. Piden “¡democracia real ya!”, en uno de los eslóganes que utilizan en sus marchas y asambleas.
En sus documentos y conversando con algunos de ellos se definen como una red social difusa de movilización social: hacen notar, con orgullo, que no tienen líderes visibles y que ningún partido o sindicato puede reclamarlos como propios. Para atender las funciones propias de la movilización y el activismo, se estructuran en “comités”, y es fácil sentir un espíritu igualitario y fraterno. Organizan marchas tan notorias como las del 15-M y 19-J, en las que se manifestaron contra el Pacto del Euro, reclamando para los Estados nacionales la recuperación de cierta libertad macroeconómica. Son, en términos generales, medioambientalistas y, por tanto, le reprochan al capitalismo la sobreexplotación del planeta y la construcción de individuos hiperconsumistas; reclaman trabajo estable y digno frente a las incertidumbres del porvenir; establecen como derechos fundamentales prioritarios de la ciudadanía la salud, la educación y el derecho (innovador por demás) de “consumir aquellos bienes necesarios para la vida”; al mismo tiempo, sin embargo, le reprochan al Estado la creación de una extensa burocracia parasitaria y reclaman más espacios e incentivos para las pymes, donde ven la verdadera creación de riqueza social. Es decir, son proempresariales, pero, al mismo tiempo, reclaman el derecho colectivo de acceder a la cultura (especialmente en los medios electrónicos) y, por tanto, se oponen a los esfuerzos de “propietización” de los contenidos culturales, que en España se concretaron en la “Ley Sinde” y que en Colombia encuentran eco en la llamada “Ley Lleras”.
Para poder atraer un espectro ciudadano muy amplio, no tienen posiciones dogmáticas en política: renuncian a la violencia en todas sus formas; no se definen de derecha ni de izquierda; no tienen posiciones definidas en temas religiosos; en últimas evitan repetir los puntos de quiebre de la polarizada política de partidos española para denunciar la existencia de un duopolio al que denominan PPSOE (en una expresiva unión de las siglas de “populares” y “socialistas”).
De sus expresiones políticas, las más interesantes quizás sean las “asambleas barriales”: organizados especialmente en las capitales provinciales de España, los ciudadanos salen a las plazas de sus barrios a discutir, usualmente los sábados en la tarde, temas locales y nacionales de interés. Corteses, disciplinadas y tolerantes, las asambleas han roto con la agitación y gritería de las movilizaciones sindicales y sociales clásicas. Exigen consensos para la toma de decisiones; permanecen siempre abiertas para el que quiera llegar al “ágora”; han adoptado el lenguaje de signos para manifestar apoyo o crítica al expositor; no imponen, por ahora, ninguna ortodoxia política o ideológica. Hablan con libertad personas de izquierda o derecha que, sin embargo, parecen estar cómodas en el sentido político general del movimiento.
En lo sustantivo, debaten, por ejemplo, sobre las reacciones de la prensa a su movilización y organizan su estrategia mediática; hablan de la consecución de “acuerdos mínimos” entre los que está una reforma a la ley electoral que hoy les da excesiva preponderancia a los partidos políticos. Esta “reforma política” va en exacta contradicción a lo que hemos venido haciendo en Colombia: para liberarnos de los “movimientos políticos”, fortalecimos los “partidos”; en España, cansados de los “partidos”, buscan fortalecer a la ciudadanía.
Los movimientos ciudadanos se han constituido en una fuerza política imposible de negar en el convulso verano europeo del 2011. Sus documentos, estrategia y manifestaciones ya son parte del acervo ideológico con el que tendremos que lidiar la política del futuro. Nos llaman, de nuevo, a que tengamos una democracia real ya, especialmente cuando ello se les olvida a las élites económicas y políticas.
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