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Cultura y Derecho


‘Crónicas literarias’

Nuestra gente proclive a la superstición cree que el pronóstico de los mayas se podrá cumplir y que el tiempo se hundirá en la nada.
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03 de Febrero de 2012

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José Arizala

José Arizala

Especial para ÁMBITO JURÍDICO

http://www.senderosdelbosque.blogspot.com/

 

 

El final del año no es el final del mundo. El año pasa velozmente, con más ruido, que silencio. Esperamos con ansiedad o temor el final de ese almanaque de números que se repiten. Otros creen que la esperanza existe y que el próximo año puede traer la solución o la exaltación final. Nuestra gente proclive a la superstición cree que el pronóstico de los mayas se podrá cumplir y que el tiempo se hundirá en la nada. O algo extraño, inesperado, surgirá del mar, envolverá la tierra y cubrirá los cielos. Que los dioses antiguos volverán y todo renacerá.

 

Quise ver el final del mundo a la orilla del mar. El avión me dejó en Cartagena. La ciudad donde la historia vive en medio de un color y paisaje espléndido. Todavía vimos las murallas de un tono gris reluciente. Sobre una de ellas han montado un café cercano a la orilla del océano. Desde allí ya no se ven los bucaneros, los viejos piratas o los marineros de sus majestades europeas, con sus negros cañones de fuego. Tan solo las canoas y las lanchas fuera de borda y los veleros de los clubes náuticos. Los edificios de Bocagrande ya no nos atraen. Ahora es el centro histórico el que vibra, el que está de moda, el que siempre está de moda, porque expresa la esencia de la ciudad heroica.

 

Barranquilla y Santa Marta pronto quedaron atrás. Anclamos en Taganga, la más pequeña y bella bahía de la costa norte colombiana. Desde luego, no hablamos de La Guajira, donde la playa, el cielo y el mar se unen al desierto para lograr un pedacito de paraíso colombiano. Una amiga francesa, que contemplaba con nosotros la bahía iluminada, nos aseguró que la imagen era más bella que buena parte de la Costa Azul.

 

No escribo esta nota para relatarles a los lectores unos días de vacaciones, sino para contarles que he publicado un nuevo libro: Crónicas literarias, de Ediciones Aurora. Su tema es la literatura más actual, las obras y los autores más destacados de nuestros días, los últimos premios Nobel. Se incluye también a algunos de los mejores escritores colombianos. Se discuten conceptos como el de intelectual, ¿quién es?, ¿cuándo surgió?, ¿cuál es su papel en la sociedad, en el desarrollo de la cultura? La autobiografía de Sándor Márai, una serie de artículos sobre el gran escritor turco Orhan Pamuk, Mario Vargas Llosa, los novelistas rusos del siglo XIX, Saramago, Doris Lessing, comentarios sobre algunos filósofos como San Agustín, Sartre, Marx y, sobre todo, Hegel, el inspirador del pensamiento del siglo XX.

 

Resultan muy interesantes las novelas del escritor estadounidense Cormac MacCarthy, que describe una sociedad en crisis, enajenada y propicia a sufrir grandes desastres; el delirio del escritor albanés Ismaíl Kadaré, en su Palacio de los sueños; los escritores críticos del “socialismo real”, como Solzhenitsyn, Herta Müller; estilistas como Nabokov, Proust, Malraux, Pasternak, Pessoa, Marguerite Yourcenar; excelentes escritores para nosotros prácticamente desconocidos como Sebald  o Gaarder o el japonés Ishiguro Kazuo. García Márquez aparece al lado del gran escritor Yasunari Kawabata, por su cercanía en el tema de las bellas jóvenes durmientes.

 

A propósito del desastre nuclear de Fukushima, se recuerda un libro del escritor argentino Tomás Eloy Martínez, Lugar común la muerte, que uniendo periodismo y literatura, describe los horrores del ataque atómico a Hiroshima y Nagasaki durante la II Guerra Mundial, y que  inicia con una tristemente bella frase de Tolstoi, en su relato sobre La muerte de Iván IIlich: “Buscó su acostumbrado miedo a la muerte y no lo encontró. ¿Dónde está ella? ¿Qué muerte? No había miedo porque tampoco había muerte, había solamente luz”.

 

Algunos de estos textos fueron publicados en esta misma página de AMBITO JURÍDICO, otros estaban inéditos.

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