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Actualizado hace 26 minutes | ISSN: 2805-6396

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Creatividad e innovación III*

27 de Febrero de 2015

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Antonio Vélez M.

 

Un mito muy difundido sostiene que una creatividad de alto nivel está asociada a ciertos rasgos de demencia, especialmente entre poetas y artistas; que para ser un genio creativo debe poseerse un poco de locura. Sin embargo, los estudios realizados demuestran que no existe ninguna asociación entre esquizofrenia y creatividad. La verdad es que son pocos los genios reconocidos que han terminado en el manicomio. Los demás, junto con los creativos de menor rango, aquellos que no merecen el calificativo de genios, son personas normales o, por lo menos, son personas que pueden vivir en sociedad sin causar mayores traumas. Se explica el mito sabiendo que en el caso de personas muy distinguidas en el ámbito cultural, los historiadores se han tomado el trabajo de destacar sus peculiaridades, dándoles demasiada importancia a pequeños defectos en el comportamiento, comunes en la mayoría de los mortales. Se hipertrofian características insustanciales, para mejorar la biografía.

 

Existe cierta dependencia entre edad y creatividad. La historia de la cultura muestra que, en promedio, el momento creativo óptimo se sitúa en la tercera década de la vida; no obstante, son muchas las obras de valor producidas por personas que se salen de ese rango. Por ejemplo, los poetas, los músicos, los matemáticos y los ajedrecistas revelan muy temprano su talento, mientras que los novelistas y los filósofos hacen sus mejores trabajos cuando ya han dejado atrás la juventud. Y a los músicos, los arquitectos y los pintores no les pasan los años, parecen eternos.

 

Para llevar la actividad creativa a su máximo valor es importante contar con nichos propicios, abonados: bibliotecas, universidades, laboratorios, maestros, modelos, interlocutores interesantes… De la fricción humana saltan chispas, dicen. Por eso las discusiones con profesionales de otras ramas enriquecen el acervo creativo. Es una manera de encontrar nuevas perspectivas, nuevas formas de interactuar con el mundo. Es activar esa fuerza que resulta al reunir personas talentosas que interactúan y entran en simbiosis.

 

Los científicos han hallado que, en general, los grupos son más creativos que los individuos que trabajan aislados, pero es necesario que compartan un conjunto de propósitos y conocimientos, que se complementen en sus especializaciones y que la organización premie la colaboración grupal. Thomas Edison fue en realidad el nombre de un colectivo que trabajaba en el desarrollo de nuevos productos, de tal suerte que, en palabras de un asistente suyo, las cuatro mil patentes que figuran a nombre del prestigioso inventor fueron el producto de un equipo de catorce personas.

 

Un nicho pobre, reactivo o inhibidor puede frenar toda creatividad, como ocurrió en Europa durante la Edad Media, en que la inmensa autoridad de Aristóteles y el fanatismo religioso frenaron todo el desarrollo científico. Y algo similar ocurrió en la Unión Soviética después de la Revolución Bolchevique, que impuso una severa censura en la literatura, las artes y la ciencia. El sicoanálisis llegó a tener tal prestigio en la primera mitad del siglo XX, que el estudio de las enfermedades mentales sufrió un atraso de más de cicuenta años, pues, supuestamente, la terapia sicoanalítica no dejaba lugar para otras alternativas.

 

La creatividad puede incrementarse por medio de cambios en el medio social, de tal modo que se conviertan en acicates: ya sea creando desafíos públicos o competencias, otorgando prestigio social a la actividad o por medio de recompensas en publicidad o en dinero, como ocurre con el Nobel, el Óscar, la Medalla Fields (para matemáticos) o el premio Pritzker (para arquitectos). Sin embargo, existe un acicate muy importante, personal e íntimo: el puro placer de crear.

 

*Ideas tomadas del libro  Creatividad e inventiva: retos del siglo XXI, Ana C. y Antonio Vélez, Universidad de Antioquia, 2013.

 

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