Curiosidades y…
Creatividad e innovación (II)
13 de Febrero de 2015
Antonio Vélez
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“La creatividad consiste en ver lo que todos han visto y pensar lo que nadie ha pensado”
Albert S. Gyorgy
El Diccionario de la Real Academia Española define el término “crear” como “Producir algo de la nada”. Esta definición exige que los creadores sean dioses, capaces de tal hazaña. Pero rebajemos las exigencias y preguntémonos si es posible crear entes que merezcan llamarse “completamente nuevos”. No es una idea descartable, pero mientras más “nuevos” más improbables. Ha sido muy común que en el proceso creativo se parta de un elemento ya existente, un precursor, un adán que va a servir de padre a una nueva generación. Una vez se descubre ese fecundo padre, es fácil que a alguien se le ocurra una manera de mejorarlo, y así se logra un pequeño paso evolutivo, un “hijo”. Y luego otro, y otro… Los “hijos” se someten a prueba y se descartan los estériles, al tiempo que se conservan los fértiles. Se asciende por lo regular con pasos menudos. Se imita así el proceso darwiniano de evolución por selección natural. Como ocurrió con el automóvil, la radio, el teléfono, el computador y…
El cerebro humano es bien creativo: ante un problema difícil, ensaya soluciones, casi siempre respondiendo a su generador de azar, rutina cognitiva que todos poseemos y que explora de manera subconsciente, busca novedades y a veces descubre. La experiencia común es que, de improviso, salta a la mente la solución y nos queda la sensación de que lo ocurrido fue solo un golpe de suerte, gratuito.
A veces tomamos las viejas ideas y observaciones y las organizamos de nuevas maneras, en un proceso un poco caótico, pero en el que nuestra mente se encarga de imponer cierto orden. Se prueban nuevas combinaciones, se fracasa muchas veces, se corrige y se vuelve a comenzar. El hombre creador es insistente, paciente, fracasa y prueba de nuevo. Porque hay que probar muchos callejones sin salida. Otra cualidad común en los creativos es la perseverancia obsesiva, una vez sospechan la existencia de posibilidades en alguna hipótesis. “Prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor”, repetía el dramaturgo irlandés Samuel Beckett. Caer y levantarse de nuevo. Quizá por esto, Albert Einstein decía que la herramienta más importante de un físico teórico era una papelera. A ella van a parar los intentos fallidos que superan por amplio margen a los exitosos. Pero esto pasa en silencio, pues cuando se publican los resultados, las ideas abortadas desaparecen de la vista y crean la sensación de que todo el proceso creativo se ha dado de manera repentina y limpia.
Otra manera fértil de crear novedades es recurrir a las analogías o parecidos, especie de plagio creativo. Se observa algo y de improviso se encuentra una conexión inesperada con otra cosa, a veces afortunada. Arthur Koestler llamó a esto biasociación. Se unen cabos sueltos y sin relación aparente, se capta una forma nueva en medio de objetos familiares, se descubren relaciones causales que estaban bien escondidas, se realizan síntesis inexplicables, se hibridan exitosamente elementos no emparentados. Se descubre un puente virtual para conectar ideas de un dominio con otro. Todo lo anterior se presenta acompañado de una sensación de inspiración repentina, de vivencia eureka, como la llaman. Jorge Wagensberg habla de “… acercar dos ideas hasta que se inflaman”.
La simbiosis es otro artificio para crear novedades. Se obtiene esto conjugando entes diferentes, para dar lugar a uno nuevo, con propiedades nuevas, generalmente más complejo. Se consigue así en un solo paso evolutivo un objeto de un orden de complejidad superior al de cada uno de sus componentes. El etólogo austriaco Konrad Lorenz llamó a esta forma de creatividad acumulación de diseño, que en el fondo no es más que una acumulación de información.
*Ideas tomadas de Creatividad e inventiva: retos del siglo XXI, Ana C. y Antonio Vélez, Universidad de Antioquia, 2013.
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