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Actualizado hace 26 minutes | ISSN: 2805-6396

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Cultura y Derecho


Conversaciones de Borges y Sábato

02 de Junio de 2011

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José Arizala

José Arizala

http://www.senderosdelbosque.blogspot.com/

 

 

 

Estos dos grandes escritores argentinos ya han muerto. Ernesto Sábato hace pocos días. Hoy, quizás se encuentren en alguna parte y hablen como en aquel año de 1975. No fue entonces en un café de la Recoleta (en el Victoria, por ejemplo), como yo hubiera preferido que lo hicieran, sino en un apartamento de la calle Maipú, en donde vivía Jorge Luis Borges con su madre enferma. El escritor Orlando Barone tuvo la feliz idea de reunirlos para grabar sus conversaciones Diálogos Borges-Sábato (Emecé. Buenos Aires. 2007).

 

Borges ya está ciego, apenas enfatiza sus palabras con movimientos de las manos o de la cabeza y expresiones en su rostro de complacencia o de ansiedad. El silencio de la sala sólo se interrumpe levemente a la hora del café, para Borges; del whisky, para Sábato. El trato es cortés y respetuoso, pero se alcanzan a ver las cenizas de antiguos pequeños incendios. Dos excelentes escritores con estilos y pensamientos bien distintos. Excluyeron la política, donde las diferencias son mayores.

 

Los temas principales fueron la palabra, el idioma, la literatura, la metafísica o la dialéctica, los sueños o los átomos. Por ejemplo, Sábato afirma: “Todo lo grande de nuestro tiempo salió de la filosofía de Hegel”. La religión es un tópico constante de estos dos ateos. Para mi sorpresa, Borges, el gran poeta, el prosista sin par, resulta más agnóstico que Sábato, físico en París y Massachusetts. Sábato: “Pero dígame Borges, si no cree en Dios, ¿por qué escribe tantas historias teológicas?”. Borges: “Es que creo en la teología como literatura fantástica, es la perfección del genero”. Pero también logran aproximaciones alrededor de la poesía, del recuerdo de relatos de viejas civilizaciones, en la admiración del milagro humano, en ese futuro que terminará inevitablemente con la muerte. A veces, brota espontáneamente la ironía cuando se burlan de algunos colegas de todos los tiempos, de sus pompas y vanidades.

 

“Cuando ustedes escriben, ¿qué sienten?” pregunta Barone. Sábato confiesa de inmediato: “Un desgarramiento”. No es para menos en el autor de las novelas El Túnel, Sobre héroes y tumbas. Borges tampoco vacila: “Es un alivio, me ayuda a olvidarme de mi mismo o de mi circunstancia”. No sufre buscando el tema. Este se impone. Ve el principio y el fin de la isla del cuento, pero ignora lo que hay entre estos. Poco a poco lo descubre. El fulgor de la poesía aparece, digo, como una joya surgida del misterio. El cuento, según Borges: “Tiene que dar en pocas palabras una idea total y poética, exige un mayor poder de concentración y una total perfección”. Sábato: “En cambio la novela es como un continente”. Para los dos escritores, existe una misma novela suprema: El Quijote de Cervantes, “tan interesante como la novela La Biblia”. Sábato subraya: “El Quijote es una obra genial, una de las dos o tres más geniales obras que se han producido jamás”.

 

Incursionan brevemente sobre los estilos de la escritura. Sábato es categórico: “De todas las formas de contar, la más falsa es la naturalista. Porque la realidad es infinita y el naturalismo no puede abarcarla”.

Veo que usted, Sábato, es un especialista en sueños. Todos lo somos. Sin embargo, conozco personas tan desdichadas que no han soñado nunca, agrega Borges. Los dos ancianos hablan a menudo de la muerte, incluso del suicidio. Sábato señala que “el suicida aspira con su acto a liquidar el Universo”.  Las palabras los unen. Los silencios los separan.

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