Al Margen
Condominio nazi
30 de Abril de 2015
Es una construcción monumental. Arquitectónicamente insulsa y fría, pero descomunal. Son cerca de cuatro kilómetros de edificios rígidamente alineados a apenas 150 metros de la playa de la isla alemana de Rügen, frente al mar Báltico. En ese lugar quería Hitler que los funcionarios del Tercer Reich y sus familias (unas 20.000 personas en total) pasaran sus vacaciones.
“Quiero que todos los trabajadores alemanes puedan acceder a unas vacaciones suficientes y que se haga todo lo posible para que todo su tiempo de ocio les proporcione el necesario descanso. Mi deseo es que el pueblo alemán sea mentalmente fuerte”, afirmaba la propaganda nazi.
Pero el inicio de la Segunda Guerra Mundial lo impidió. El diseño de Clemens Klotz, edificado por orden del Führer entre 1936 y 1939, terminó siendo ocupado por civiles que buscaban refugio ante los bombardeos de los aliados. Más adelante, la construcción sirvió de residencia al personal de la Fuerza Aérea alemana y, tras el fin de la guerra, fue ocupada por el Ejército Rojo soviético, que la utilizó como base militar. El mismo uso le daría, años después, el Ejército Popular Nacional, tras la creación de la República Democrática Alemana.
Prora, como se le conoce a este frustrado megaconjunto vacacional, nunca cumplió ese propósito. Lo más cercano a ello fue la función de albergue juvenil que desempeñó uno de los edificios, por la década de los noventa.
Pero eso podría cambiar. En el 2006, el empresario Ulrich Busch adquirió uno de los edificios por 500.000 euros, y seis años más tarde obtuvo los correspondientes permisos de renovación, para darle a Prora el uso que nunca tuvo: ser un lugar de descanso para cientos de personas, ya no funcionarias del régimen nazi, sino prósperas y pudientes; tanto, como para pagar de 2.000 a 6.500 euros por metro cuadrado, con tal de disfrutar de la tranquila inmensidad del Báltico.
Y el de Busch no es el único proyecto turístico que se levantaría sobre esta vieja ruina nazi. Una inmobiliaria de Berlín también planea renovar el bloque 1 del complejo de apartamentos, que compró en el 2012 por 2,75 millones de euros. En declaraciones publicadas por el diario El País de España, una empleada de la firma inmobiliaria aseguró que ya está vendido el 70 % de las unidades. Busch, citado por el mismo diario, le atribuye el éxito de estas iniciativas al buen momento por el que atraviesa la economía alemana: “Las cuentas de ahorro ya no pagan intereses y la gente prefiere invertir en viviendas”, asegura.
El lío es que los defensores del patrimonio arquitectónico no están muy contentos con este “emprendimiento”, pues preferirían destinar a otros fines los edificios del Tercer Reich, como convertirlos en un centro de documentación o en un gigantesco museo de la Segunda Guerra Mundial, antes que verlos repletos de bañistas que anden regando arena y agua por sus pasillos.
No obstante, lo más seguro es que el poder económico prevalecerá sobre el interés histórico-cultural, y los viejos cuartos ocupados a comienzos de los cuarenta por refugiados de la guerra pasarán a manos de desocupados turistas en busca de esparcimiento.
(Fuente: El País)
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