Al Margen
Condenas idiotas
30 de Septiembre de 2013
Vestido con una desteñida camiseta negra de AC/DC, bluyín, tenis y una vieja gorra puesta hacia atrás, Richard Dameron, un hombre de 58 años, residente de Ohio (EE UU), cumplió la condena que le impuso un juez de la Corte Municipal de Cleveland por haber amenazado a la policía a través de la línea de emergencias 911: permanecer tres horas al día, durante una semana, al frente de la estación del segundo distrito de policía, portando un cartel en el que confiesa ser un idiota.
“Pido disculpas al agente Simone y a todos los agentes de la policía por ser un idiota al llamar al 911 a amenazar con matarlos. Lo siento y nunca volverá a ocurrir”, decía el aviso que el juez Pinkey Carr le obligó cargar al cuello.
“Estaba bajo la influencia del alcohol, estaba muy borracho, y empezamos a hacer tonterías”, le explicó Dameron a la prensa, al ser consultado sobre su conducta. “Pido disculpas por todo lo que he hecho, y me siento muy mal por ello, porque la gente no me había hecho nada”.
El mensaje del arrepentido hombre estaba dirigido, en particular, al exoficial Jim Simone, una especie de héroe del cuerpo de policía de Cleveland, que durante su servicio recibió dos impactos de bala, uno de ellos en la cabeza.
En principio, el condenado se había negado a cumplir con su castigo. A su favor, alegó que, anteriormente, había cumplido con 90 días de servicio y podía perfectamente pagar 90 días más. Pero el juez fue tajante: “Cuando le pido que haga algo, es una orden. No es una opción”. Y agregó: “Para que nos quede claro, usted usará esto (refiriéndose al cartel), usted ni siquiera tiene que sostenerlo, no hablará por teléfono celular, no se sentará ni fumará. Son tres horas, lo superará”, agregó.
Pero la decisión del juez Carr en el caso Dameron no es novedosa. En el 2012, le había impuesto una condena similar a una conductora que decidió adelantar un autobús escolar pasando sobre la acera. Esa vez, Shena Hardin, de 32 años, fue obligada a pararse en una intersección vial durante dos mañanas, con un cartel que decía: “Solo un idiota conduce sobre la acera para evitar un autobús escolar”.
Basta con darle una mirada a la historia, para encontrar sanciones judiciales tanto o más curiosas que la del juez de Cleveland. Por ejemplo, se dice que en la justicia anglosajona primitiva los acusados por algún delito eran obligados a agarrar una brasa al rojo vivo. Si las heridas se curaban después de tres días, el procesado era declarado inocente. Y en el siglo XVIII, la justicia inglesa solía comprobar que una mujer era bruja sumergiéndola en agua. Si el agua la rechazaba, lo era. Si no, pues… moría ahogada.
Ni que decir de estas bestialidades: en 1968, un mono domesticado acusado de piromanía fue condenado y ejecutado por el pelotón de fusilamiento de la policía yemení. Años antes, en 1916, un elefante fue sentenciado al linchamiento por haber matado a tres hombres. La fuente no dice donde ocurrió esto, pero sí aclara que el paquidermo fue colgado de una grúa con cables de acero, para facilitar el cumplimiento de la condena.
(Fuentes: BBC Mundo, dailymail.co.uk, allvoices.com y La estúpida historia de la especie humana)
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