Cultura y Derecho
‘Cómo tener un buen día’
09 de Junio de 2016
Andrés Mejía Vergnaud
@AndresMejiaV
Si la primera impresión es fundamental, y la primera impresión de un libro nos viene por su título, tenemos que reconocer la genialidad subyacente tras el título de este libro, que a solo tres meses de haberse publicado es ya un gigantesco éxito de ventas: How to Have a Good Day (Cómo tener un buen día) de Caroline Webb. Si no está ya a la venta en nuestras librerías, muy pronto lo estará, pues este libro, publicado en febrero de este año, tiene ya contratos de traducción y publicación en 14 diferentes idiomas.
Voy a contarles la historia de cómo llegué a este libro, y cómo fue mi propia experiencia con él. Como siempre, nada reemplazará el abordaje y la experiencia que cada lector pueda realizar de acuerdo con sus gustos y sus intereses.
Para empezar, el título. Es tan simple y genial, que lo único que me asombra es que no se le hubiese ocurrido a nadie antes. Es además un título destinado a cautivar a todo tipo de lectores, desde aquellos que buscan fórmulas prácticas para mejorar su vida diaria, hasta aquellos que, al oírlo, asumirán que tras tan genial simplicidad se esconde un tesoro de ideas complejas.
Fui llevado al libro por el segundo camino. Y mi primera exploración parecía confirmar dichas intuiciones, es decir, que había sustancia y riqueza argumentativa tras el título. En particular, me interesaba verificar que no se trataba de un libro cualquiera de autoayuda, de aquellos que prometen la felicidad, la productividad y el éxito de manera simplona, barata y sin esfuerzo. Y lo primero que me indicó que no era tal cosa fue la biografía de su autora.
De ella, Caroline Webb, no podría decirse que carece de galones profesionales. Para empezar, es una economista seria, formada en el rigor, con grados en las universidades de Cambridge y Oxford. Empezó su carrera profesional en el Instituto Jerome Levy, haciendo trabajo de campo en países de Europa del Este tras la caída del bloque comunista. Después, durante seis años, trabajó en el Banco de Inglaterra, primero haciendo investigación sobre las economías de Europa oriental, y luego como autora del informe anual de inflación de dicho banco central. Trabajó luego 12 años en McKinsey, la gran firma transnacional de consultoría, y fue allí donde empezó a explorar los temas que componen su libro: el uso de la sicología para buscar soluciones a los problemas organizacionales y profesionales. Y desarrolla actualmente el mismo trabajo en su propia firma, Sevenshift.
De modo que difícilmente se podría decir de ella que no tiene rigor y que no sabe de qué habla. Además, supe de su libro por primera vez por medio de un podcast que oigo sin falta llamado Alphachat, de Financial Times. Allí contaban que, para la preparación de su libro, ella analizó los resultados de más de 400 estudios recientes en sicología experimental.
El tema del libro parecía de mi más profundo interés. Ya hemos tenido oportunidad de comentar aquí libros sobre las fronteras de la sicología experimental y el estudio de la mente, como Física social, de Alex Pentland, y Pensar rápido, pensar despacio, del Nobel de Economía Daniel Kahneman.
Pero les mentiría si oculto que mi experiencia con el libro fue decepcionante. Y lo fue por una razón: pese a la trayectoria de la autora, y pese a los cimientos científicos de su investigación, este no es más que un libro de tips, una larga sucesión de consejos prácticos en temas como la productividad, la influencia, la asignación de prioridades y otros; temas que, en mi opinión, son susceptibles de un mejor tratamiento.
Y no digo que los tips del libro sean malos. Probablemente son buenos. Pero este formato del consejito al detal resulta frustrante para el lector que quiere pensar y reflexionar, y no que le digan qué hacer. Tiene además una gran limitación práctica: al ofrecer los tips y no la ciencia sobre la cual se generan, el lector queda confinado a lo que ellos puedan solucionar, y el día que encuentre una situación nueva, no resoluble por los consejos ya conocidos, quedará paralizado sin saber qué hacer. El formato del tip no tiene capacidad generativa: no tiene capacidad de producir nuevas soluciones en presencia de nuevos problemas. Y si el libro tiene la intención de ayudar a los lectores a resolver problemas prácticos en los temas tratados, es apenas absurdo creer que alguien va a recordar 300 páginas de miniconsejitos. Al lector, creo, se le puede tratar como mayor de edad.
Opina, Comenta