Sorry, you need to enable JavaScript to visit this website.

Openx ID [25](728x110)

Crítica literaria


Colombia: historia de las ideas

Un seminario coordinado por Rubén Sierra Mejía ha publicado desde el 2002 cuatro volúmenes donde destacados estudiosos, de variadas disciplinas, analizan figuras y periodos claves de esta temática.
25651
Imagen
medi-110301-03-juangustavocobointerna-1509243860.jpg

27 de Octubre de 2012

Escucha esta noticia audio generado con IA

Mantente al día

close

Suscríbete y escucha las noticias jurídicas narradas con IA.

Haz completado el límite de noticias
Suscríbete y continua la experiencia Legis
Juan Gustavo Cobo Borda Juan Gustavo Cobo Borda

 

La Universidad Nacional de Colombia creó la Cátedra de Pensamiento Colombiano, para promover la investigación en torno a la historia de las ideas y en general de la cultura colombiana. Un seminario coordinado por Rubén Sierra Mejía ha publicado desde el 2002 cuatro volúmenes donde destacados estudiosos, de variadas disciplinas, analizan figuras y periodos claves de esta temática. Se trata deMiguel Antonio Caro y la cultura de su época (2002), El radicalismo colombiano del siglo XIX(2006), República liberal: sociedad y cultura (2009) y La restauración conservadora, 1946-1957 (2012).

 

En el primero de ellos, por ejemplo, Marco Palacios nos habla de un país azaroso, donde “contiendas civiles enconadas, inestabilidad y sordidez definen a cabalidad la política colombiana de 1810 a 1902”, con sus nueve guerras civiles nacionales (p. 261).

 

En ese horizonte se sitúa la figura de Caro, que en medio del anarquismo libertario, “produjo una cultura cerrada, de corte autoritario, sometida a la orientación del clero católico” (pág. 9), tal como señala Rubén Sierra Mejía.

 

Pero la diversidad de intereses de Caro, que trata cuestiones religiosas, políticas, literarias, filosóficas y jurídicas, como es el caso del Derecho Constitucional y de la Constitución de 1886, nos muestran a una figura dogmática, pero coherente, donde la Iglesia predomina por encima del Estado, y donde religión católica y lengua española coadyuvan en sus propósitos de “educar un ciudadano cristiano para un Estado católico” (p. 23).

 

Sus enemigos: las ideas positivas, Bentham, esa “escuálida filosofía de tenderos” como la llamaría Cayetano Betancur en 1955, la moral utilitarista sajona y el sensualismo francés, y los que consideraba excesos de la libertad de expresión, para lo cual recurriría a la censura.

 

El segundo volumen comprende la época radical (1863-1886) donde autores como Salomón Kalmanovitz, Eduardo Posada Carbó y la maestra en artes plásticas Beatriz González muestran, en teorías e imágenes, la respuesta que los radicales dieron a la organización del Estado, con su énfasis en el federalismo; en el campo económico, el modelo dellaissez faire y en lo cultural, una educación laica para preparar un ciudadano con libertad de criterio, en lo íntimo y lo social. De allí la fundación de la Universidad Nacional (1867), entre otros hitos. Racionalismo que lleva a pensar por cuenta propia, lejos de toda autoridad externa, sea religiosa o de cualquier otra índole.

 

En La restauración conservadora hay figuras tan folclóricas como temibles. Es el caso de monseñor Miguel Ángel Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, en Antioquia, quien desde el pulpito emprendió una guerra a muerte contra el liberalismo, declarándolo pecado moral, e impidiendo a cualquier sacerdote otorgarle la absolución a quien se considerara como tal. Así lo estudia Ángela Uribe Botero, al mostrar el uso arbitrario de lo que Pio XII, en 1946, en su lucha contra el socialismo, deformado por Builes, para aplicarlo al caso colombiano, daría como consecuencia: “el liberalismo es de izquierdas”, “el liberalismo es comunista”, “el liberalismo es anticristiano” (p. 156). Obispo desde 1924, escribirá 58 pastorales, entre ellas siete contra el comunismo y seis contra el liberalismo. Su periódico mensual se llamará La Espada y sus biográfos serán escritores como Jaime Sanín Echeverri, tal como lo puntualiza Herbert Braun en su trabajo renovador e ilustrativo sobre el carácter de los colombianos.

 

A partir de la visita a Bogotá en pos de la pensión del telegrafista de Roldanillo (Valle) durante 57 años, Manuel Bedoya Ruiz, Braun enhebra una historia colectiva sobre valores, actitudes y comportamientos en los años cincuenta, anegados en la violencia sectaria.

 

Curiosamente, las páginas de Malcom Deas sobre la noción de subdesarrollo en Colombia y de dos economistas, Lauchlin Currie y Albert O Hirschman, ligados al país, nos amplían la perspectiva. En el caso de este último, cuando citado en el libro de Antoine Compagnon,Los antimodernos (Acantilado, 2007), señala las características de la retórica reaccionaria, contraria al progreso y la Ilustración.

 

Escribirá Hirschman sobre la retórica reaccionaria y sus argumentos en contra del progreso: “Cualquier tentativa de mejorar agrava la situación que se pretende corregir”. La misma que en Colombia, usada invariablemente por figuras como Laureano Gómez, Joaquín Estrada Monsalve, Rafael Azula Barrera o Rafael Maya, en la revista Bolivar, marca esta época con sus propósitos de reorientar la cultura colombiana hacia el catolicismo, el hispanismo y el pensamiento bolivariano.

¡Bienvenido a nuestra sección de comentarios!
Para unirte a la conversación, necesitas estar suscrito. Suscríbete ahora y sé parte de nuestra comunidad de lectores. ¡Tu opinión es importante!

Te puede interesar

Openx inferior flotante [28](728x90)

Openx entre contenido [29](728x110)

Openx entre contenido [72](300x250)