ETC / Cultura y Derecho
Circular roja
17 de Abril de 2015
Andrés Mejía Vergnaud @AndresMejiaV |
Como acostumbraba hacer todos los domingos, el 13 de noviembre del 2005, Bill Browder regresaba a Moscú, su lugar de residencia, tras haber ido a Londres a pasar el fin de semana con su hijo. Aquel día, sin embargo, lo esperaba un suceso que iba a romper esa sistemática rutina. Al llegar al aeropuerto de Moscú, fue detenido sin explicación. Durante 15 horas, y sin que nadie le dijera por qué, ni le ofreciese un vaso de agua, estuvo encerrado en una sala del aeropuerto, de la cual fue finalmente sacado por dos hombres que lo introdujeron en un vuelo hacia Moscú: se le canceló definitivamente su visa para entrar a Rusia y, como vendría luego a enterarse, fue declarado amenaza para la seguridad nacional.
¿Cómo apreciar la dimensión del suceso? Pues bien: Bill Browder no era un viajero cualquiera: era el fundador y presidente de Hermitage Capital, el fondo de inversión más grande de Rusia. Empezaría en ese momento una odisea espantosa en la cual Browder tuvo que observar, con cierta impotencia, cómo el aparato corrupto del Estado ruso saqueaba sus compañías, efectuaba maniobras fraudulentas con ellas, confiscaba sus documentos e intimidaba a su personal. Y tuvo que observar cómo ese mismo aparato corrupto arrestó a Sergei Magnitsky, joven abogado tributarista que prestaba servicios a Hermitage a través de la firma Firestone Duncan. Magnitsky vivió en las prisiones rusas algo mucho peor que el infierno, y su sufrimiento solo terminó cuando los guardias de la prisión lo asesinaron a golpes, el 16 de noviembre del 2009. El relato de estos sucesos, y de lo que siguió a ellos, es el objeto del libro Red notice (circular roja), escrito por el propio Browder y lanzado al mercado en días recientes. Con toda seguridad estará muy pronto en español, tal vez con el título Notificación roja.
Siendo un joven financista, Browder tuvo su gran oportunidad cuando cayó la Cortina de Hierro y empezó la privatización de las empresas estatales. Browder mostró gran talento para identificar buenas oportunidades de compra, y con el paso del tiempo edificó su propia empresa, Hermitage Capital. Este hombre, dedicado a los números y a los negocios, más interesado en las cotizaciones de bolsa que en la política, por fuerza de los acontecimientos se convertiría en un importante activista de los derechos humanos.
¿Cómo sucedió su caída en desgracia? En el libro, Browder explica que, por razón de la corrupción que reinaba en Rusia, su papel como inversionista poco a poco se fue mezclando con un papel de veedor: para proteger sus inversiones tenía que denunciar las maniobras corruptas de los oligarcas rusos. Esos mismos, no más de 25, que tras la privatización se quedaron con casi todas las empresas rusas. Eso, en un principio, agradó al gobierno, pues el poder de los oligarcas rivalizaba con el suyo. Pero luego, cuando Putin finalmente impuso su puño de hierro y envió a prisión al gran oligarca Khodorkovsky, esos poderosos mostraron bandera blanca al gobierno y se volvieron aliados de sus intereses. Browder, el veedor útil, era ahora una molestia. Ello permitió que un grupo de oficiales corruptos efectuara el despojo y las maniobras corruptas que el libro relata en detalle, y que terminaron en la tortura y el asesinato de Magnitsky.
Browder, quien pudo haberse refugiado en la comodidad de su fortuna, y quien pudo desde Londres haber hecho saber a Putin y a los oficiales corruptos que no molestaría más, se convirtió, por el contrario, en un trotamundos, quien por todas partes denunciaba lo sucedido a Magnitsky y pedía acción. Tras gestiones muy intensas, logró que en el 2012 el Congreso de EE UU aprobara la “Ley Magnitsky”, la cual impone sanciones a los funcionarios corruptos del caso. Estos, por cierto, pese a tener salarios muy bajos, solían viajar por el mundo en jets privados, comprar propiedades en Dubai y andar por Moscú en carros de lujo.
¿Por qué el título? Porque el gobierno ruso ha intentado tres veces que Interpol expida circular roja contra Browder.
La historia es conmovedora, en primer lugar, por el sufrimiento que tuvo que vivir el abogado Magnitsky. Pero lo es también por el valor que mostró Browder, quien, vale insistir, fácilmente podría haber elegido el camino cómodo, evitarse problemas, dejar así las cosas y disfrutar de su fortuna. El compromiso con la vida y los derechos humanos se tomó su alma.
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