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23 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 26 minutos | ISSN: 2805-6396

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Especiales / Día del Abogado


Cinco documentos que todo abogado debe saber escribir

21 de Junio de 2017

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Salir de la universidad después de cinco años (en algunos casos seis) de clases teóricas, o, al menos, un gran porcentaje de ellas, hace que los nuevos profesionales del Derecho tengan que enfrentarse al reto de poner en práctica lo aprendido al elaborar documentos especializados y realizar diferentes trámites, propios de la gestión encomendada.

 

La mayoría de las veces los primeros “clientes” surgen de la familia o el vecindario, pues siempre hay alguien cercano a quien la EPS no atiende o le negó un medicamento, alguna tía o prima que necesita saber cómo debe pagarle a su trabajadora doméstica o aquel amigo que busca determinar cuánto y qué incluye la cuota de alimentos.

 

Y aunque esas “pequeñas” asesorías no siempre conducen a cobrar honorarios, muy a pesar de los debutantes de la abogacía, sí sirven para “romper el hielo” frente a la producción de ciertos escritos. (Lea: Ventajas e inconvenientes de limitar la extensión de los recursos judiciales)

 

Por eso, a propósito del día del abogado, ÁMBITO JURÍDICO presenta una serie de recomendaciones sobre los cinco documentos básicos que todo abogado debe elaborar para ejercer su profesión.

 

Poder para actuar

 

Aun cuando es el documento básico de los profesionales del Derecho, no todos los abogados saben delimitar su contenido.

 

El quid del asunto se encuentra en describir las facultades con precisión y de acuerdo con lo dispuesto en las normas procesales. De eso depende, finalmente, que pueda gestionarse eficazmente un trámite y culminarlo.

 

Muchos omiten incluir algunos verbos, lo que les impide buscar una solución jurídica ante virajes inesperados. Otros, por el contrario, enlistan todo el diccionario, solo por si acaso. El problema de esta última “solución” radica en que puede llegar no solo a mostrar desconocimiento, sino que, además, puede producir desconfianza en el cliente, hasta el punto de llevar a no otorgárselo.

 

Un poder para aceptar la representación judicial, por ejemplo, no es igual al que se escribe para asistir la venta de un inmueble. Así que si solo tiene un modelo guardado en su computador, asegúrese de tener claro que para cada asunto que se le presente debe replantearlo o, al menos, ajustarlo a las necesidades reales de su mandato. (Lea: La profesión de abogado)

 

Saber la diferencia entre un poder específico y uno general se convierte, entonces, en una prioridad para enmarcar el campo de acción.

 

Peticiones

 

Todos saben que ejercer el derecho de petición no requiere abogado. Sin embargo, la realización de un documento del que se espera conduzca a una verdadera solución hace que se acuda a estos profesionales, porque son quienes más herramientas poseen para dilucidar cuándo y cómo una solicitud es viable.

 

Los elementos diferenciadores de las peticiones realizadas por los juristas son, sin duda, la argumentación y el fundamento. Esto no quiere decir que “se las sepan todas”, pero sí es cierto que la formación recibida en las aulas debe permitir saber dónde buscar los antecedentes y precedentes que sirvan para soportar lo pedido.

 

Así, es claro que un abogado, más allá de enfocar los hechos y enmarcar las peticiones, debe poder describir el por qué tiene derecho a una respuesta o, por esa vía, a una solución concreta.

 

Tutela

 

El principio es el mismo al de las peticiones. Cualquier abogado debería poder escribir la solicitud de amparo de un derecho fundamental y, sobre todo, saber cuáles son ese tipo de derechos.

 

Aquí, como en todos los escritos legales, los antecedentes fácticos juegan un papel muy importante.

 

Si bien muchos creen que llenar hojas y hojas de pronunciamientos que resuelven casos similares son lo más importante, no deben olvidar lo que indica el aforismo “dame los hechos y te daré el derecho”. La descripción del caso conduce a desarrollar el resto del documento y a hacer que la especificidad de ese asunto tenga relevancia constitucional.

 

Pero, también, debe saber qué pedirse, pues un enfoque erróneo puede hacer improcedente la acción, aun cuando tenga, en esencia, la razón. Es allí donde una buena redacción se torna el mejor aliado del conocimiento. (Lea: 10 libros fundamentales para los abogados)

 

Contrato

 

Cientos de minutas de contratos laborales, mercantiles y de prestación de servicios reposan en la red. Y aunque son de gran ayuda, no puede negarse, un abogado no debe quedarse solo allí, sino que debe poder elaborar el documento más cercano a la realidad negocial.

 

En efecto, no todos los acuerdos son iguales, ni generan las mismas obligaciones o responsabilidades. De ser así, no habría necesidad de acudir a un profesional.

 

Por consiguiente, el abogado debe estar en capacidad de delimitar y describir en forma precisa el objeto contractual, cualquiera que sea la rama del Derecho. Y para eso tiene que conocer el negocio que su cliente está por celebrar.

 

De allí surgirán las obligaciones de cada uno de los extremos contractuales, la limitación de la responsabilidad, las penalidades o sanciones por incumplimiento, las formas de terminación, los plazos y formas de pago y cualquier otra condición que se advierta conveniente dejar por escrito.

 

La redacción de esos aspectos son los que permiten distinguir los contratos realizados por abogados, en tanto que una composición ambigua podría generar riesgos legales para el negocio.

 

Demanda

 

Sin importar si es ejecutiva, de alimentos, para la declaración de una relación laboral o de reparación directa, por poner solo algunos ejemplos, redactar una demanda debe ser algo para lo que los profesionales del Derecho deben estar preparados.

 

Podría pensarse que al estar sus requisitos consagrados en la ley su elaboración es sencilla. Sin embargo, no todos logran distinguir una pretensión principal de una subsidiaria e, inclusive, pasan trabajo individualizando un hecho de otro.

 

Numerosas solicitudes de subsanación se derivan de esta problemática, que, a la larga, demoran el trámite normal de un proceso. Pero, además, una inadecuada preparación puede desencadenar en una decisión desfavorable para el demandante por un descuido en el escrito y una sanción disciplinaria para el jurista.

 

Decir que se es abogado crea la idea en otros de poseer ciertas competencias, por eso ningún tipo de escrito puede ser tomado a la ligera en esta profesión y, tampoco, debería ser un esfuerzo exagerado el poder plasmar el derecho que tiene quien acude a los servicios legales.

 

Si bien nada puede garantizar el éxito de un proceso, la buena estructuración de una demanda garantiza, al menos, un buen litigio. (Lea: Derecho: pensar para aprender y aprender para pensar)

 

Otros

 

Liquidar perjuicios, prestaciones sociales o alimentos no requiere escribir, como tal. Pero no puede ponerse en duda que su ejercicio y planteamiento es algo que todos los abogados deben saber, o, por lo menos, tener en el archivo cercano para recordar las fórmulas que sirven para ello.

 

Igual ocurre con ciertos trámites: escriturar, agotar la vía gubernativa cuando hay lugar a ello y conciliar. Estos y otros ejemplos pueden considerarse como experiencias mínimas de un profesional del Derecho.

 

Con todo, ¿qué otras cosas debe saber hacer todo abogado? ¿será que las nuevas tecnologías harán que estos escritos dejen de ser una experiencia básica para los profesionales del Derecho?

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