Al Margen
Cibernautas en la picota
05 de Agosto de 2014
Los límites a la libertad de expresión e información en internet todavía son difusos. Y parecen serlo aún más, a medida que la actividad en las redes sociales, la participación en los foros de los diarios digitales y las entradas de blogs sobre lo divino y lo humano crecen con el paso de los días.
La justicia no ha dictado sentencia definitiva sobre el tema. Por el contrario, las tesis y las sanciones impuestas por algunos jueces han generado preocupación, especialmente entre los cibernautas más asiduos. Para no ir muy lejos, grande fue el revuelo que causó, en días pasados, la sentencia en la que el Tribunal Superior de Cali condenó a un forista de un medio local a 18 meses de prisión, por referirse de manera ofensiva a una funcionaria. Un castigo, para muchos, desproporcionado.
También sonó el caso de un estudiante de maestría, quien, aprovechando las redes sociales, decidió compartir un trabajo académico que no es de su autoría. Acto seguido, el estudiante fue denunciado penalmente por el autor del texto, por el delito de violación a los derechos patrimoniales de autor y derechos conexos, lo que le podría significar una pena de prisión de cuatro a ocho años, sanción que, de entrada, puede sonar exagerada.
Y el debate jurídico sobre estos asuntos, por supuesto, no tiene fronteras. A comienzos de julio, en Francia, se conoció la noticia de una bloguera que fue condenada civilmente por hacer una severa crítica a un restaurante. Il Giardino: el lugar para evitar en Cap-Ferret fue el título que Caroline Doudet le dio a su comentario sobre el establecimiento de comercio, ubicado en ese lugar turístico de la costa atlántica francesa.
El asunto hubiera pasado como una dura crítica más contra otro restaurante que ofrece un mal servicio, si no fuera porque, al buscar al establecimiento en Google, la entrada del blog de Doudet, seguido por unas 3.000 personas, aparecía en los primeros resultados. Afectada en su buen nombre, la propietaria del restaurante acudió a la justicia para pedir que el comentario de la bloguera fuera eliminado de los resultados de búsqueda, y que Doudet le pagara la indemnización correspondiente por los perjuicios causados.
Un tribunal de Burdeos le dio la razón a la demandante, y condenó a la crítica gastronómica a pagarle 500 euros por daños y perjuicios, y 1.000 euros más por costas judiciales. Además, la obligó a cambiar el título de la entrada de su blog, con el fin de que no siguiera apareciendo en los lugares más destacados de los resultados de búsqueda en Google.
La bloguera, con la que los propietarios del restaurante nunca se pusieron en contacto para hacerle ningún tipo de reclamo antes de demandarla, prefirió cortar por lo sano y borrar la entrada. Sin embargo, advirtió que la decisión de la justicia francesa le generaba perjuicios que no tenía por qué soportar: “Entiendo que el artículo podría trastornar al gerente, pero las consecuencias parecen desproporcionadas para mí (…). Si los blogueros no tienen la libertad de hacer críticas negativas, las positivas tampoco tienen sentido”, afirmó, en declaraciones a la prensa de su país.
La decisión, como lo afirmó la propia Doudet, crea un nuevo ilícito: figurar demasiado alto en los motores de búsqueda. No demoran en aplicarlo a este lado del Atlántico.
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