Columnistas
Caminos para recuperar sentido
19 de Octubre de 2011
Julio César Carrillo Guarín Asesor en Derecho Laboral, Seguridad Social y Civilidad Empresarial
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Soplan vientos de crisis universal. Recortes y más recortes. Economías que eran prósperas miran con angustia su desaceleración. Se adoptan medidas que proponen ajustes difíciles y que van desde el adelgazamiento de las nóminas estatales hasta el endurecimiento de los requisitos para reconocer prestaciones de la seguridad social.
Países europeos cuya tasa de desempleo era de un dígito han empezado a observar con angustia –como ocurre, por ejemplo en España– dramáticos crecimientos, superiores al 20%.
Se dirá que nosotros, que navegamos en una especie de situación crítica crónica, estamos mejor, porque seguimos igual y que la mejoría se advierte, porque los que antes nos superaban hoy pasan dificultades.
Increíblemente, tal afirmación encierra una verdad que puede ser el motor de una actitud colectiva, para hacer de la crisis una oportunidad de sostenernos e, inclusive, de crecer.
Esta reflexión adquiere en el mundo de lo laboral una particular connotación práctica, si realmente se desea aprovechar la coyuntura mundial para retomar el sentido de lo que significa un acuerdo social colectivo que le apueste al trabajo decente, abierto a las diferentes modalidades de contratación laboral, con sustento en el principio de la primacía de la realidad (art. 53, C. P.).
Si usted es empleador o un inversionista interesado en generar empleo, ausculte en el panorama de nuestra legislación laboral, de acuerdo con sus necesidades, las alternativas que lícitamente le permitan promover trabajo decente desde el contrato de trabajo (arts. 22 y 23, CST) o desde la institución del contratista independiente (art. 34, CST).
Y si concluye que algunas de las actividades que realiza puede en la realidad llevarlas a cabo con contratistas independientes, no olvide que el citado artículo 34 del Código Sustantivo del Trabajo dispone que tal vinculación sea a través de un contrato con un precio determinado, en el que el contratista asume todos los riesgos, para ejecutarlo “con sus propios medios y con libertad de autonomía técnica y directiva”. Exija a su contratista el cumplimiento de las normas de seguridad social y si este, persona natural o jurídica, es a su vez empleador, vigile que cumpla con las normas laborales.
Respecto de sus trabajadores dependientes y con el fin social de hacer sostenible la fuente de empleo, estudie las modalidades de duración contractual que la ley ofrece según lo requiera, a saber: si a término indefinido, a término fijo de un año hasta tres, con periodo inicial fijo inferior a un año o por obra o labor determinada. Diseñe una clara política de pagos salariales justos, tanto con los trabajadores como con las posibilidades de su negocio, sin vulnerar mínimos; trabaje cultura de cooperación para hacer valer con autoridad moral el cumplimiento de las obligaciones; cumpla, en todo el sentido de la palabra; reconozca los mínimos pagos prestacionales y de seguridad social; abra el camino de lo extralegal dentro de lo que sea prudentemente posible y transite por la cultura de la participación y la inclusión de sus trabajadores.
Si usted es trabajador –dependiente, independiente de verdad, asociado a una cooperativa o vinculado con causa en un contrato sindical–, ame la oportunidad que se le concede, cumpla con responsabilidad, ayude a construir fuente de empleo sostenible. Si tiene que exigir o criticar, hágalo desde el respeto y el afecto por la actividad productiva que constituye la base de su trabajo. No piense que esa empresa es eterna. Insista en actuar como socio estratégico de un negocio que da vida a muchos seres humanos. Trabaje en la línea de la cooperación y no del odio o el resentimiento. No se acomode, sea creativo, propositivo.
Cuando en países desarrollados se ve la multitud de seres humanos que “vivían bien”, lanzados al averno del “no-trabajo” por causa de una crisis dramática, se percibe en el ambiente un clima doloroso de pérdida; un duelo social en el que las protestas colectivas, ante lo inevitable, terminan siendo solo una especie de catarsis de grupo, que no soluciona en la práctica las inmediatas necesidades individuales.
Es necesario mirar la realidad y mirarnos, para entender que en un momento presente resulta imprudente y hasta irresponsable acudir a vías de hecho disfrazadas de protesta social que hacen cerrar fuentes de empleo o aprovechar la necesidad para “torcer” la realidad y contratar seres humanos en condiciones de trabajo indecentes o rayanas en la esclavitud.
No es un momento para “pedir” sino para “dar”. Nuestra grandeza, la verdadera grandeza que nos exige el presente estado de cosas, no está en morir por una idea, sino en vivir para que sea posible armonizar las ideas de todos los que están interesados en construir.
Formalizar empleo no es necesariamente acudir al contrato de trabajo, es promover trabajo decente. El nuevo Ministerio del Trabajo tendrá que ser un armonizador de convivencia laboral para construir trabajo decente desde una visión de empresa ciudadana y no un instrumento político para adoptar imperios cuatrienales de tendencias de parte.
Desde luego que la superación de una crisis económica no depende únicamente de lo que se desarrolle en el mundo de lo laboral, pero recuperar sentido en este universo es sano y conveniente, especialmente ante las situaciones difíciles, como parte de la preparación para que los momentos fuertes nos encuentren unidos y no dispersos.
Recuperar sentido, entonces, es sacar a flote la sabiduría, en términos no de cantidad de conocimiento sino de capacidad para hablar de sí mismos y de los seres humanos, que nos permita desacomodar nuestra crisis crónica, en orden a lograr un crecimiento real y sostenible que elimine o disminuya de verdad los niveles de pobreza, y deje sin piso la fuerza ilícita de algunos o la mezquindad de otros.
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