Curiosidades y…
Anorexia
05 de Abril de 2013
Antonio Vélez |
De la anorexia se conocen algunos casos desde la Edad Media. En esa época, en que los valores religiosos eran muy estimados, la anorexia se consideraba una meta deseable, hasta se hablaba de la “santa anorexia”. La mortificación del cuerpo se consideraba una virtud, un “matrimonio con Cristo”.
La anorexia puede constituir un trastorno siquiátrico grave, causado por perturbaciones en ciertos circuitos cerebrales de recompensa, que derivan en adicción compulsiva a la inanición; un misterio que demanda, además de la explicación sicológica, una explicación biológica. Los exámenes de los cerebros de anoréxicos muestran que se trata de una enfermedad mental polifacética, cuyos efectos van más allá de los trastornos del apetito. En este aspecto, la anorexia comparte ciertas características con la drogadicción.
Nuestro cerebro posee centros de recompensa que se despiertan al beber y al comer. Parece que se activan la llamada área tegmental ventral, donde se produce dopamina, hormona de la felicidad, y el núcleo accumbens, donde la dopamina desarrolla su acción. Las drogas y el alcohol también activan estos centros de recompensa y placer, pero el sexo sigue siendo el rey de los activadores.
En los anoréxicos, el hambre podría funcionar como droga adictiva. La liberación de dopamina suscita sensaciones gratas y explica la acción tan buscada por los consumidores de drogas. Los centros de placer cerebral están calibrados también para promover ciertas acciones “paradójicas”: nos permiten hacer sacrificios a fin de obtener recompensas a largo plazo. Es muy común hacer ejercicio para estar en forma. Se puede también obtener placer por el hecho de ponerse en riesgo y subir así los niveles de adrenalina. Hay adictos al miedo, y lo buscan: cometistas, escaladores…
La anorexia es femenina, quizá relacionada con los estrógenos: se estima que cinco de cada 1.000 mujeres norteamericanas sufren de anorexia, por solo cinco de cada 10.000 hombres. Y es juvenil: aseguran que al menos el 40 % de los casos de anorexia identificados recientemente aparecen en niñas de entre 15 y 19 años de edad.
Estar delgado es una cosa; cadavérico, otra muy distinta. Las modelos y las reinas de belleza, aunque delgadas, están bien lejos de la anorexia, y el problema del mundo, allí donde hay disponibilidad de alimentos, es la obesidad. La delgadez se vende en los medios, pero no los extremos viciosos de la anorexia, en que la persona se convierte en un escombro, lejísimos de toda estética sensata. La anoréxica que se mira al espejo y no ve un monstruo en frente significa que su cerebro está distorsionando la percepción visual. Esa mujer escuálida y horrible -como reza la canción- que refleja el espejo, no es la imagen de una mujer bella, si la observa un cerebro normal.
Factores genéticos y un ambiente propicio se citan como desencadenantes de la enfermedad. Participan en su evolución ciertos aspectos sicológicos, así como trastornos neuroendocrinos, hormonales y metabólicos. Alegan algunos que el medio a veces lleva al adolescente a experimentar hambrunas y a valorar en exceso su apariencia física: el hambre podría disparar la producción de endorfinas y terminar por generar adicción a la dieta extrema. Sin embargo, hay quienes creen que, en el desencadenamiento de la enfermedad, se está exagerando el papel de la propaganda.
Más aún, los análisis preliminares del ADN de más de 1.000 anoréxicos han mostrado que la fuente del desorden podría estar localizada en el cromosoma 1. La importancia de los factores genéticos también se ha comprobado en los estudios de gemelos idénticos: existe entre ellos una concordancia del 70 %, que solo llega al 20 % en los gemelos no idénticos.
En fin, la verdad es que todavía no se conoce bien el fenómeno, pero algunos, de manera simplista, han corrido a explicarlo como consecuencia única de los estereotipos creados por la moda.
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