Anecdotario Político
Anecdotario Político 361
18 de Enero de 2013
Benjamín Ardila Duarte
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La Política, de Aristóteles; La República, de Platón, y los discursos de Demóstenes y Cicerón son obras fundamentales del milagro griego y de la Roma clásica que perduran. En la historia de Cambridge, T. R. Glover recuerda que nada se mueve en el mundo actual que no haya sido puesto en movimiento por los griegos y nada ha quedado fijo que no haya sido cimentado por los romanos.
Madarriaga sostiene que el carácter nacional existe aunque lo olvidan los internacionalistas. Caben opiniones sobre las causas –raza, historia, geografía, economía– que influyen en su formación y evolución. Pero el hecho de su existencia es innegable. Historia, geografía, lenguaje, religión, aun la misma voluntad de vivir en común, no bastan para definir la nación más que en un sentido político. En un sentido natural, la nación es un hecho psicológico. Una nación es un carácter, añade el historiador español.
Del testamento del general Tomás Cipriano de Mosquera extractamos de su clausulario: “Por la línea de mi padre desciendo del Príncipe Dórico de Moscobia y de los duques de Feria y Alba, y por lo tanto de varios soberanos, y por la de mi madre de los mismos y de los Hurtado de Mendoza, grandes de España, lo cual consta en los documentos que dejo a mis hijos y con una carta de la emperatriz Eugenia como nuestra relacionada, por ser ella y nosotros descendientes de Guzmán el Bueno (…). Mi religión es la Católica, Apostólica Romana (…). Me hallo casado legítimamente con la señora María Ignacia Arboleda. Que el nuevo hijo que tendré fue concebido el 21 de agosto de 1877 en Panamá y por lo tanto juzgo que nacerá en el mes de mayo y lo reconozco desde ahora como mi hijo o hija legítimo y mi heredero”.
Los oradores políticos son envidiosos como los poetas, los médicos y, aún más, Clemenceau – quien devolvió la integridad a Francia al retornar con su victoria la Alsacia y la Lorena – solo apreciaba al orador griego Demóstenes, a quien dedicó bello libro. Pero para el “Tigre”, el político Gambetta era un charlatán sin fondo; Jules Ferry y Delcassé traicionaron los intereses de Francia; Briand comprendía todo, pero no sabía nada; y Poincaré sabía todo, pero no comprendía nada.
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