Anecdotario Político
Anecdotario Político 327
10 de Agosto de 2011
Benjamín Ardila Duarte
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Jovellanos, gran español, al hablar de las reformas de Carlos III escribió: “No hacemos su elogio, no entregamos una prenda de admiración, sino un tributo de reconocimiento a nuestro extraordinario Monarca”.
En El Cortesano, libro de Baltazar Castiglioni, habla el autor sobre Isabel la Católica en estos términos: “Afirman todos los que la conocieron haberse hallado en ella una manera tan divina de gobernar, que casi parecía que solamente su voluntad bastaba por mandamiento, porque cada uno hacía lo que debía sin ningún ruido, y apenas osaba nadie, en su propia posada o secretamente, hacer cosa de que a ella le pudiese pesar. Y de esto nació tenerle los pueblos un estrecho acatamiento mezclado con amor y con miedo, que aunque su vida haya fallecido, su autoridad siempre vive”.
A los estadistas les gustan cosas distintas. Todos los hombres grandes han tenido debilidades: a César le gustaban las conchas marinas, a Atila la piel de oso. A Napoleón, el ajo con zanahoria. A Bolívar, la arepa de maíz, y así sucesivamente. La debilidad de Camilo Torres fueron los sombreros pequeños, coquetones y graciosos que apenas tocaran sus sienes. Ese inventario lo hizo el doctor Miguel Aguilera y añadió que a Copérnico le gustaban los lirios. A Miguel Ángel, las plumas de ganso viejo. Y a Cervantes, las dedicatorias a hombres ilustres que sabían tanto de letras, como Sancho de numismática.
Los presidentes Eduardo Santos y Carlos E. Restrepo, a las orillas del lago Lemán, en Suiza, dialogaban sobre los temas colombianos y decían: “Nosotros somos como las mujeres decorosas y honestas a quienes nadie propone una mal acción”.
Bolívar, enemigo de la reelección, decía que las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandar, de donde se originan la usurpación y la tiranía.
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