Anecdotario Político

Benjamín Ardila Duarte

Extraña gente son los ingleses. Su grandeza se debió a ser un país de instituciones liberales con un pueblo conservador; a desarrollar un plan Beveridge de Seguridad Social Integral en una economía capitalista; a tener un imperio duro con las colonias durante dos siglos, sin dejar de pregonar la protección de todos los derechos, y a ser una monarquía con Cámara de los Lores, religión única, pero con régimen parlamentario y bases laboristas.

En la Historia General del Perú, de Inca Garcilaso, se recuerda al Virrey Cañete – El Marqués –, quien tenía a su servicio a un indio inteligente de 14 años, muy gracioso, que hablaba mitad español y mitad inca. El virrey gustaba, por su vanidad española, que le dijeran excelencia, y el indio – equivocado o mañoso – le decía pestilencia, por el poco baño que usaban entonces los europeos.

Napoleón no improvisaba, a pesar del ímpetu de corso y de latino. Decía: “Yo trabajo siempre, yo medito mucho, si yo parezco siempre listo a responder a todo, a enfrentar todo, es que antes de emprender algo, largamente medité, preví lo que podría llegar. No es un genio el que me revela de golpe un secreto, lo que tengo que decir o hacer en circunstancias impredecibles”.

El laborista inglés Aneurin Bevan tenía dos frases progresistas: (i) “Mientras la miseria no haya quedado atrás, como un simple recuerdo de la especie, no se podrá decir que el hombre ha ganado la victoria decisiva en su larga lucha contra el medio físico”; y (ii) Machacaba su frase conocida: “El desarrollo del capitalismo se hizo con los salarios que no les pagaron a nuestros abuelos”.

Los brasileños tienen un gran referente en el barón de Río Branco, gigante del trabajo. El pobre tuvo un caso de conciencia, porque se proclamó la República, pero el Emperador Don Pedro le aconsejó: “Yo paso, pero el Brasil perdura” y Río Branco entendió que un diplomático no sirve a un régimen, sino a su país.