Anecdotario político
Anecdotario político
16 de Septiembre de 2015
Benjamín Ardila Duarte |
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El boliviano Alcides Arguedas habló, en América Latina, de Los caudillos bárbaros. Carpentier, en El recurso del método, sobre el mismo tema; Roa Bastos, escritor paraguayo de Yo el Supremo, sobre el doctor Francia; Gabriel García Márquez inmortaliza el tema en El otoño del patriarca. Asturias, en El señor Presidente, presenta la tiranía de Estrada Cabrera. Siempre reelegidos a la fuerza, se creen dueños de la nación que oprimen. Don Porfirio Díaz, 40 años amo de México, decía: “Hoy me amaneció doliendo Guadalajara”.
En el centenario de la independencia de Colombia, el exministro Marco Fidel Suárez dijo: “Si lo más esencial del alma es el pensar; si la diferencia exterior del hombre no es la risa ni las lágrimas sino la palabra; si los pueblos no acaban sino cuando la lengua acaba, podemos decir que el pensamiento es el alma, la palabra es el hombre y la lengua es la patria”.
En Colombia hay leyes para todo. Recientemente, algunas se dieron de baja. Demasiadas leyes diría Bentham. El gavilán Núñez, jefe de leyes del Senado, tenía una ley antigua para reservar para la nación los materiales estratégicos y nucleares y otra que permitía su libre explotación. Y en la Gobernación de Santander, el antiquísimo jefe de archivo, don Marco Aurelio Nieves, tenía una ordenanza departamental que permitía la exploración y explotación de hidrocarburos y otra que la prohibía.
El llamado “espejo retrovisor” consiste en culpar al gobierno precedente de todos los males nacionales. Pasada la independencia de Colombia, el problema radicaba en culpar al imperio de Madrid de todo, absolutamente de todo. Al fin un día el estadista y general Santander, presidente en ejercicio de sus funciones, dijo: “Trabajemos intensamente y no culpemos más a los españoles de nuestros males”.
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