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Anecdotario político
24 de Febrero de 2016
Benjamín Ardila Duarte |
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Algún autor atento decía que para que Colombia se desarrolle y transite de lleno el camino de la civilización, se hace preciso que los asuntos políticos y los religiosos queden completamente separados. Y los radicales del siglo XIX, haciendo algo de política religiosa, decían que el liberalismo no espera la resurrección de los muertos, sino que él mismo los resucita en el corazón de sus conciudadanos.
- La virtud es fundamental para avalar al estadista: Joseph Chénier dijo – para lograr sacar los restos de Mirabeau del Panteón de los Inmortales en París - que no hay un gran hombre político sin virtud. Y Guillermo Valencia repetía: “Cosa rara en los tiempos que corren, Miguel Antonio Caro era un hombre virtuoso”.
- Eduardo Caballero Calderón, galardonado escritor colombiano, ponía a El Libertador como uno de los grandes temas universales. No es incurrir en un vulgar tropicalismo considerar a Bolívar como una de las primeras figuras de la historia, pues las consecuencias de la gesta emancipadora de América fueron tales que determinaron la declinación hacia esto que, desde Spengler, llamamos Occidente, del eje económico y político del mundo entero.
- En un municipio petrolero de los Llanos Orientales de Colombia, en fecha reciente, se esfumaron los dineros del petróleo. Paralelamente, se construyó un conjunto de casas de 2.000 millones de pesos cada una para los aprovechadores de la bonanza. El pueblo llanero, que es más sabio que sus dirigentes, llamó a la suntuosa urbanización el Barrio Regalías.
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Monseñor Carrasquilla repetía que si Dios permite los herejes, nosotros, cristianamente, debemos tolerarlos. Y el presidente Darío Echandía recordaba la enseñanza de San Basilio, quien, en luchas sin tregua al paganismo, aconsejaba a la iglesia y a los fieles el estudio atento de los clásicos gentiles, en los que veía modelos de elocuencia, maestros de buen gusto y equilibrio mental.
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