Anecdotario Político
Anecdotario
15 de Febrero de 2011
Benjamín Ardila Duarte
Los ex ministros y poetas Jorge Zalamea y Juan Lozano y Lozano marchaban, lentamente, en la tarde de la ciudad y de la vida, por la carrera séptima hacia la calle 26. Se encontraron de frente con el colega literario Mario Rivero, quien les preguntó hacia donde se dirigían. Al tiempo contestaron que marchaban hacia el cementerio. Y Mario les respondió: “A ese paso no van a llegar nunca”.
Sobre la tendencia imperial y autoritaria de los mandatarios, mi tocayo Benjamín Constant, en 1815, en su libro Principios de política, decía, de cara a Napoleón y para criticarlo: “No quiero negar que existe en el tablero de un poder monárquico alguna cosa atractiva, pero las instituciones dependen de los tiempos más que de los hombres”.
El presidente Carlos Lleras hacía humor con la vanidad de los jefes locales que se creían muy fuertes en la opinión. Raúl Vásquez Vélez, directivo político liberal de Bogotá, llegó una hora tarde a entrevista señalada en Palacio, y se excusó porque encontró en el camino tres electores. El jefe Lleras le replicó: “Si hablaste con tres, te encontraste con todo tu electorado, doctor Raúl”.
A la caída del general Rafael Reyes, el doctor José Vicente Concha definió la lisonja y la traición de los cortesanos así: “Para apreciar la conducta de cualquier hombre público, hay que tener en cuenta la atmósfera en que vive, el aire que lo rodea. Y al general Reyes, por móviles interesados, por motivos innobles, se le rodeó de una nube de embustera adulación, de una constelación de mentiras y engaño, y se le cerraron los oídos con muchas manos, y se le cubrieron los ojos con muchas vendas. Y cuando así, ciego, sordo, embriagado de lisonja, fue paso a paso al abismo y cayó en su fondo, los lazarillos que allí le llevaron se retiran fingiéndose pasmados, y se escandalizan y truenan en insultos contra su ídolo de ayer”.
Bolívar, en el diario de Bucaramanga de Perú de la Croix, habla así de la tiranía: “Con los elementos morales que hay en el país, con nuestra educación, nuestros vicios y nuestras costumbres, solo siendo un tirano, un déspota, podría gobernarse bien a Colombia. Yo no lo soy y nunca lo seré, aunque mis enemigos me gratifican con aquellos títulos; más mi vida pública no ofrece ningún hecho que lo compruebe. El escritor imparcial que escriba mi historia o la de Colombia, dirá que he sido Dictador, Jefe Supremo nombrado por los pueblos, pero no un tirano ni un déspota”.
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