Juan Gustavo Cobo Borda
Álvaro Tirado: ‘Los años sesenta. Una revolución en la cultura’
19 de Agosto de 2015
Juan Gustavo Cobo Borda
Si algo marca los años sesenta fue la expansión de eso que se llamó la aldea global. La posibilidad de contemplar en el televisor lo que sucedía en cualquier lugar del planeta. Y lo más relevante serían algunos asesinatos. El del presidente John F. Kennedy, en 1963, en Texas. El del Che Guevara el 9 de octubre de 1967, en Bolivia. Y los de Martin Luther King y Robert Kennedy en 1968, en EE UU.
Ante ellos la píldora y el rock, la Guerra de Vietnam y la llegada de Fidel Castro y sus barbudos a la Habana el 1º de enero de 1959 serían hitos de una década que cambiaría las costumbres y la política, dando paso a una juventud iconoclasta que el historiador Álvaro Tirado (1940) reconstruye en este libro minucioso y documentado, pero atravesado también por nostalgias autobiográficas.
Pero no solo los Beatles y los Rolling Stones impusieron su ritmo, y sus vestimentas en algún momento marcadas por el Oriente y la meditación, sino también por la droga tan eufórica como depresiva. Instituciones de más larga duración, como la propia Iglesia Católica se vieron sacudidas por el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la teología de la liberación que desde el Celam de Medellín, en 1968, optó por militar en favor de los pobres.
En tal sentido, el compromiso de los jóvenes se dio en muchos campos. Miles de norteamericanos vinieron a América Latina y a Colombia, vitrina de la Alianza para el Progreso, donde con similar intensidad construían escuelas y acueductos o fumaban marihuana y la exportaban a su país de origen para deleite de sus compañeros, que la enarbolaban en protestas por los derechos civiles, en el festival de Woodstock, en agosto de 1969, o soportar alucinados la tragedia de Vietnam. Guerra que perdería EE UU y que refrendaría otro hecho clave del momento: la descolonización del Tercer Mundo, que en África y Asia dio conciencia a la periferia explotada de los antiguos imperios y que en muchos enclaves, como América Latina, vio surgir activos focos guerrilleros que nutridos por Cuba, Rusia, China e, incluso, la remota Albania, incrementaron las estadísticas de muerte y terror y justificaron a los militares de todo el continente, de Brasil al Cono Sur, a refinar la represión y hacer de los métodos de tortura un arsenal científico que aún espanta.
Pero Tirado enriquece con habilidad el panorama hablándonos de iniciativas económicas, como la Cepal, en Chile, en la cual Prebisch y figuras como Celso Furtado dieron una perspectiva latinoamericana y un pensamiento propio a los temas del comercio y la integración Centro-periferia. Desarrollo-subdesarrollo. Pero los sesenta no solo fueron de apertura mental, sino también de cierre de fronteras: el 12 de agosto de 1961 se erige el Muro de Berlín y Alemania queda dividida en dos países fieles al esquema de la Guerra Fría: Oriente y Occidente. Censura y espionaje. Consumismo y pobreza.
Si en 1964 la llegada de los Beatles a Nueva York fue registrada por 74 millones de televidentes que contemplaron el show de Ed Sullivan, también Colombia, en apariencia tan aislada, experimentaría el reflujo de esas nuevas olas, en la radio, en discotecas, en minifalda y pelos largos. En churrusco para controlar la explosión demográfica. Pero también en otros datos menos visibles: el auge de la sociología que en la Universidad Nacional tendría como figuras emblemáticas al sacerdote católico Camilo Torres Restrepo, quien había estudiado en Lovaina y sería capellán, y el decano Orlando Fals Borda, quien por ser pastor protestante fue acusado de ser marioneta del fantasma más omnipresente de aquellos años, la CÍA, la central de inteligencia de EE UU que tantos golpes fraguó en América Latina, como el caso de Allende, en Chile.
Pero tampoco el libro está exento de humor, como cuando el gran historiador marxista Eric Hobsbawn no le dio mucha importancia a movimientos como el tan publicitado Mayo de 1968, con un argumento incontrovertible: “Cabría afirmar que el índice verdaderamente significativo de la historia de la segunda mitad del siglo XX no es la ideología ni el movimiento estudiantil, sino el auge de los jeans. Pero yo por desgracia no formo parte de esta historia (…). Por eso decidí casi como cuestión de principios no ponerme nunca esa prenda y nunca lo he hecho. Esta circunstancia me impide ser un historiador de los años sesenta: permanecí al margen de ellos” (p. 243).
Tirado, quien colaboró en el Manual de Historia de Colombia, cuyos tres tomos (1978-1980) dieron un viraje a los estudios en dicho campo, ha dejado por el momento su interés en las guerras civiles o el gobierno de López Pumarejo para medir la crisis del marxismo y estudiar con exhaustivo apego documental el crecimiento de las universidades en Colombia, que bien pudiera decirse enmarca con solvencia y tino este recuento de cuando el país dejó atrás la crepuscular cultura española del franquismo y se entregó a las delicias aceleradas de la modernización norteamericana, tan bien puntualizadas en este útil panorama. Donde narrativa, artes plásticas, teatro y música incrementaron sus propuestas y nos permitieron el disfrute y la consolidación de esa novedosa cultura que el libro perfila con agudeza.
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