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Algo para acordar

21 de Abril de 2015

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Gonzalo A. Ramírez  Cleves

Profesor Universidad Externado de Colombia

@iureamicorum

 

Aunque algunos especialistas habían advertido de los riesgos de un proceso de paz sin cese al fuego, el ataque de las Farc, con un saldo de 11 militares muertos y 20 heridos, en el municipio de Buenos Aires (Cauca) fue como un baldado de agua fría para los que creemos en una salida al conflicto a través del diálogo. El acto de la guerrilla fue atroz, y todos nos encontramos indignados con esta situación, del todo reprochable por su crueldad.

 

Haciendo un poco de memoria, al final de año pasado se había presentado el secuestro y luego la liberación del general Alzate en el Chocó, hecho que dio lugar a que se suspendieran por primera vez los diálogos de paz. Tras la liberación del general y la reiteración de las conversaciones, alias Pastor Alape expresó el deseo de la guerrilla de un cese bilateral de las hostilidades. A finales de diciembre, la guerrilla propuso un cese unilateral del fuego, que el presidente Santos calificó como una “rosa con espinas”, porque dicho cese estaba supeditado a que la guerrilla no fuera atacada y, de este modo, se aplicará el difuso criterio de la legitima defensa, cuando esta se sintiera en riesgo.

 

Antes de Semana Santa, se pensó que se estaba dando un desescalamiento del conflicto, con la propuesta de un acuerdo sobre desminado, y finalmente, el 9 de abril, con la prórroga de la suspensión de los bombardeos. Sin embargo, el Ejército seguía realizando operaciones militares en regiones como el Chocó, en donde se dio el abatimiento de alias El Becerro, que llevaba más de 35 años en la guerrilla, y la captura de alias El Paisa, en la que fueron incautados más de 400 kilos de pasta de coca, en el mismo municipio de Buenos Aires. Del mismo modo, poco antes del ataque, se dieron enfrentamientos entre el Ejército y la guerrilla en Ituango (Antioquia), que fueron denunciados por el Comandante del Ejército como una violación del Derecho Internacional Humanitario (DIH), porque, según el general, se estaba utilizando a la población civil como escudo.

 

Aunque la frase del Gobierno de que “nada esta acordado hasta que todo este acordado” da lugar a que se tengan precauciones sobre el curso de la negociaciones, la masacre de Buenos Aires pone de presente que es perentorio realizar unos acuerdos básicos relacionados con la marcha de las conversaciones en medio del conflicto, para evitar actos barbáricos.

 

La propuesta de una comisión de verificación por parte de los Estados garantes y otros organismos nacionales e internacionales parece una medida con buenos propósitos, pero debe ir acompañada de unos acuerdos concretos. Un primer acuerdo sería que se cumplan las normas del DIH. De este modo, la comisión de verificación sería el único órgano que podría establecer si hubo violación o no de dichas normas, con informes puntuales por cada hecho denunciado.

 

Otra medida podrían ser compromisos parciales de paz previamente verificados, que den lugar a una medida compensatoria. Por ejemplo, se podría pedir que si se da un compromiso de paz previamente verificado por la comisión, se dé como contrapartida otro gesto de paz. Pueden ser calificados como gestos o compromisos de paz de parte de la guerrilla la liberación de secuestrados y de niños reclutados, el desminado, la entrega de laboratorios de cocaína y fábricas de armas y no únicamente el cese unilateral del fuego. El Gobierno, por su parte, una vez verificado por la comisión que se están dando dichos gestos o compromisos, puede ordenar que los ataques cesen en los lugares en donde se produzcan estos hechos, con la única condición de que se mantengan dichos compromisos. Finalmente, la propuesta del Gobierno de establecer un cronograma con unos plazos concretos para el desarrollo de las conversaciones y los acuerdos se tiene que acompañar también con una comisión de verificación, para que los términos no se burlen y los temas se vayan abordando.

 

Todos los estudiosos en materia de acuerdos en procesos de paz en medio del conflicto coinciden en afirmar que las últimas etapas de conversaciones son las más cruentas, porque se trata de negociar con muertos, para demostrar la fuerza que se tiene. Sin embargo, esta estrategia resulta altamente costosa, porque mina la confianza del proceso, y los enemigos de las negociaciones empiezan a florecer y a acrecentarse. Acordar el desarrollo de las negociaciones en medio del conflicto resulta importante y perentorio en este punto de los diálogos. No se trata de dejar de velar por la conservación y seguridad del territorio y la vida de los colombianos, sino de empezar a concretar los acuerdos por medio de hechos verificados, para que, de esta manera, se empiece a fortalecer la confianza en las negociaciones y la veracidad de los compromisos.

 

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