Cultura y Derecho
Algo o mucho anda mal
18 de Mayo de 2011
José Arizala http://www.senderosdelbosque.blogspot.com/
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La idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva.
John Stuart Mill
Tony Judt murió en el 2010, poco tiempo después de escribir Algo va mal (Taurus. Colombia. 2010). Nació en Londres en 1948. Enseñó en las universidades de Cambridge, Berkeley y, finalmente, en la de Nueva York. Una terrible enfermedad aprisionó su cuerpo y paralizó parte de él. Su mente continuó lúcida hasta el final. Políticamente fue un socialdemócrata de izquierda.
Este libro es producto de su reflexión sobre el mundo actual, en donde las cosas no van nada bien. Trata de encontrar las causas de las crisis que a todos nos afectan y que pronostican un futuro difícil, cargado de temores. Cuando el capitalismo estaba en pañales, más o menos en el siglo XVI, en la sociedad se abrió una inmensa confianza en la iniciativa individual. Nace el “hombre económico”, el individuo que dedica todas sus energías al trabajo, al desarrollo de la producción, de la riqueza, al incremento del capital.
Algunas capas sociales unen la religión con el capitalismo, como lo hicieron los comerciantes e industriales del cristianismo calvinista. Para estos, quienes se enriquecían con el trabajo honrado, los elegidos por el Señor, lograrían la salvación eterna. Un filósofo marxista de las primeras décadas del siglo XX, Walter Benjamín, afirmó que los ideólogos del capitalismo habían convertido sus teorías en una nueva religión, porque este era capaz de realizar milagros al solucionar los problemas de la población: erradicar el hambre, la pobreza, la ignorancia y lograr la libertad, la cultura, la paz y el bienestar.
Evidentemente, la empresa privada crea riquezas incontables, pero también produce desequilibrios catastróficos. El Estado fue colocado en el “cuarto de San Alejo”, por anticuado e inservible. A inicios del siglo XX, comenzó a reaparecer tímidamente, sobre todo después de la “gran depresión”. El gobierno estadounidense, presidido por Franklín Delano Roosevelt lanzó la iniciativa del New Deal para contener y superar la crisis de los años 1929 – 1933, que englobó al mundo. Se trataba de una crisis económica como la había pronosticado Carlos Marx en El Capital.
Roosevelt apela a la intervención del Estado, a la planificación de sectores importantes de la economía, para combatir el desempleo y reanimar la producción. Lo que es considerado por los más destacados economistas de su tiempo, principalmente los exiliados de Europa Central que huían del nazismo, como un grave error. Pero las medidas tienen éxito. El teórico que está detrás de este renacimiento económico es el británico John Maynard Keynes, que formulará la política anticíclica y hará un nuevo examen del capitalismo moderno. Keynes concibe el Estado como un instrumento moderador que puede evitar los desajustes de la economía capitalista y reducir los peligros de una nueva crisis global. De esta manera, el Estado de Maquiavelo recupera su papel protagónico. Keynes no cree en la autorregulación del mercado ni que “la mano invisible” sea capaz de colocar las cosas en su lugar y darle a cada cual lo que necesita o se merece.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, viene un nuevo auge de la producción, se acrecientan los capitales, hasta el punto de que se puede redistribuir el ingreso de los impuestos y los excedentes del trabajo social a través del Estado del bienestar y del Estado social de derecho. El apetito de los grandes capitalistas aumenta cada día más. Dan de baja las disposiciones restrictivas del mercado, las leyes y decretos reguladores de las inversiones, de la propiedad inmobiliaria, etc. Las transacciones se oscurecen, nadie sabe lo que está pasando debajo de las cifras, de las fusiones, ya la codicia no tiene límites. Se regresa a las viejas teorías económicas.
Ahora se llaman neo-conservadoras, neo-liberales. Los nuevos jefes de Estado, Reagan, W. Bush, Clinton, Thatcher, Blair, Brown, descomponen con sus políticas el régimen del Estado del bienestar y se crean las condiciones para la aparición de una crisis económica profunda y prolongada, que afecta, sobre todo, a los trabajadores y enriquece aún más, a gerentes y ejecutivos de las grandes empresas, en la cual todavía nos encontramos.
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