Verbo y gracia
Alberto Gómez Font
25 de Marzo de 2013
Fernando Ávila feravila@cable.net.co |
Acabo de leer Sabores colombianos, de Alberto Gómez Font, en el que relata sus años en Pereira y los recuerdos colombianos que lo han acompañado a lo largo de la vida.
El libro comienza con un saludo del expresidente Gaviria, su compañero en el Liceo de Pereira. Luego vienen reminiscencias de la capital risaraldense, de los viajes a Cali a comprar productos españoles, de excursiones a San Andrés o a Buenaventura, y se detiene con especial deleite en los sabores colombianos.
Habla del pandebono y de las galletas Saltinas, y del arroz con pollo y el pai de piña que pedía siempre en el restaurante chino Toy San.
Gómez Font vivió en Pereira de los tres a los once años. Cambió el vosotros por el ustedes, y aprendió que el tinto no era el vino rojo, sino la infusión de café colombiano.
El niño nacido en Barcelona en 1955 se fascinó con las fresas, “frutillas rojas, muy aromáticas y jugosas”, y los bocadillos, “trozos de pastel de guayaba”, como también con las comidas a domicilio, con “arroz sudao” y “papas chorriadas”.
Una de las golosinas preferidas era el minisicuí, “mezcla de ácido tartárico y mucho azúcar” y el ponqué, palabra colombiana procedente del inglés pound cake, y protagonista de nuestras más alegres reminiscencias familiares.
La primera vez que hablé con Alberto Gómez Font fue en 1996, cuando me desempeñaba como defensor del lenguaje en El Tiempo. Me habían recomendado llamarlo para resolver cuestiones lingüísticas difíciles. Le encantaba que lo llamaran de Colombia. Así lo hice, y oí su voz profunda y amable, en una conversación de funcionario, con emociones entrañables incapaces de manifestarse.
Mi contacto con Gómez Font ya existía, por las recomendaciones del Departamento de Español Urgente (DEU), que él redactaba y yo leía con especial interés.
Un día, navegando por internet, vi que mi libro Dónde va la coma estaba incluido en una bibliografía recomendada por el DEU. Mi entusiasmo me llevó a escribirle a Gómez Font, responsable de la lista, para agradecerle y preguntarle cómo había llegado a sus manos mi libro.
Me contó que en alguna caminata por Guatemala lo había adquirido, lo había leído, lo usaba en sus clases, cuando tenía que hablar sobre puntuación, y lo había puesto a disposición del restante personal del DEU.
El DEU se convirtió en el 2005 en la Fundación del Español Urgente, con Gómez Font como coordinador general. En el 2010 fui invitado a formar parte del grupo de delegados latinoamericanos que la Fundéu BBVA quiso establecer, y gracias a ello pude conocer en Madrid a Gómez Font.
En cuanto me saludó, me preguntó por don Esaú Piedrahíta, personaje ficticio de Dónde va la coma, y recitó de memoria el párrafo donde aparecía. Entre sesión y sesión de trabajo, me contó, con su voz radial de fumador irredento, pormenores de su vida en Colombia. Su padre, don Pedro Gómez de Santamaría, fue enviado a Pereira a trabajar en la fábrica de Hilos Cadena, en vista de que su permanencia en España, en otra fábrica de la misma compañía europea, podía convertirlo en preso político.
En cuanto cesó el peligro, don Pedro, doña Catalina Font de Gómez y los niños Pilar y Alberto regresaron a España.
No sé si en 1980, cuando cursaba mi posgrado en Pamplona y visité la agencia Efe en Madrid, con otros veintitrés periodistas latinoamericanos, me crucé con Alberto Gómez Font, recién enganchado por la agencia, tras sus estudios de filología española con énfasis en raíces árabes. Lo que sí sé es que cada cierto tiempo viene a este lado del Atlántico, a cumplir sus compromisos con la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de la que es miembro correspondiente, a dictar sus cursos de alto nivel y a disfrutar de los sabores colombianos.
Ahora despacha como director del Instituto Cervantes de Rabat, quizá de turbante y chilaba, y con el recuerdo de la aguapanela, las empanadas de pipián, los patacones, el pai de piña y el cubalibre con Ron Viejo de Caldas.
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