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ETC / Cultura y Derecho


Al suelo en pocas horas

13 de Marzo de 2015

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Andrés Mejía Vergnaud

andresmejiav@gmail.com

 

 

A la 01:45 (sí, de la madrugada) del 15 de septiembre del 2008, tras una semana frenética de pérdida de clientes, señales de alerta y desvalorización rápida de sus activos, radicó su solicitud de bancarrota Lehman Brothers, una colosal institución bancaria que había sido fundada en 1850 por un inmigrante alemán, y que, con el paso de las décadas, creció desde su pequeño origen, hasta convertirse en uno de los gigantes de Wall Street. Hoy se identifica este momento, la caída de Lehman Brothers, como el punto crítico que desató, por completo, la crisis financiera de finales de la década pasada. Se ha discutido, y se seguirá discutiendo, si fue un error de parte de las autoridades permitir esta quiebra, o si deberían haber lanzado un salvavidas a Lehman Brothers, y evitar así un suceso que sacudió a todo el mundo financiero. Esto por cuanto una de las características de este mundo es la interconexión que existe entre las diferentes entidades, y la rapidez con la cual se pueden extender y comunicar los daños.

 

De esta historia, la de la crisis financiera del 2008, habíamos tenido oportunidad de hablar ya en una columna anterior, cuando reseñamos el excelente libro que, al respecto, escribió el profesor Alan Blinder (After the Music Stopped). Hoy los invito a seguir reflexionando sobre este tema, pero en la pantalla grande.

 

El joven director independiente J. C. Chandor nos brindó en el 2012 una magnífica película llamada Margin Call. Llegó a las salas de cine como El precio de la codicia (¿?); en ellas estuvo poco tiempo, pero hoy se consigue fácilmente en DVD.

 

Chandor no solo capturó una buena historia, sino que seleccionó para ella un elenco genial: Jeremy Irons, Kevin Spacey, Paul Bettany, Zachary Quinto. Ah, y también Demi Moore. La película tiene, en mi opinión, una gracia particular: la de ser, a la vez, un relato emocionante, y ser también espacio para reflexiones serias.

 

Margin Call es una de esas películas que, aun cuando relatan un hecho de ficción, lo basan con precisión en una realidad. Narra una historia que ocurre en poco más de un día, cuando en una de estas grandes entidades financieras se descubre que un portafolio de activos está en riesgo de una inminente y profunda desvalorización, la cual podría producir, en horas, la quiebra de una firma. Horas. En pocas horas puede venirse al suelo una entidad con decenas de miles de trabajadores, con oficinas por todo el mundo, y con décadas (y hasta siglos) de tradición.

 

En lo que sigue, los diferentes participantes reaccionan ante la noticia, representando cada uno una perspectiva. Por ejemplo la de la codicia irresponsable. O la del directivo bancario a cuyo entendimiento escapa la complejidad de los instrumentos financieros en juego. O la del joven que siempre quiso trabajar en bolsa y despierta con una dicha fría a las realidades de este mundo.

 

Aun cuando la película discurre sobre una entidad ficticia, hay varios elementos que sugieren el caso Lehman Brothers. Por encima de todo, el hecho de que en la película, el gerente ejecutivo de la institución se llama John Tuld, y el último gerente de Lehman Brothers, el que le presidía cuando ella colapsó, era de apellido Fuld. Considerado, por cierto, uno de los peores gerentes de la historia mundial.

 

Los activos que tienen en riesgo a la entidad son lo que en su momento se llamó “mortgage-based securities”: títulos basados en hipotecas. En la década del 2000, se expandió en EE UU la práctica de conceder créditos hipotecarios a personas o familias que no reunían todos los requisitos habituales para ellos (las llamadas hipotecas “subprime”). Ello incentivó una fiebre de crédito hipotecario irresponsable, la cual pasó inadvertida, porque los precios de la vivienda estaban subiendo, y en la medida que ello ocurra no hay problema para el deudor, quien incluso tiene una ganancia patrimonial. Pero cuando los precios de la vivienda empezaron a bajar, sucedió que muchas familias estaban pagando hipotecas a largo plazo, cuyo fundamento era un bien que ya valía mucho menos. Llegó luego el aumento del desempleo, y ello fue un coctel mortal. Empezaron las moratorias, y todos los bancos que habían elaborado complejos títulos sobre esas hipotecas, y que los tenían dentro de sus activos, enfrentaron la posibilidad de quebrarse en horas. Unos fueron rescatados. Lehman Brothers no.

 

La película no exige de quien la ve conocimientos especiales. Simplemente la disposición a disfrutar y a aprender de un tema fascinante.

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