Columnista
Pistas
17 de Agosto de 2017
Mónica Roa
Especialista en uso del Derecho para la promoción del cambio social y en equidad de género
@MonicaRoa
La violencia machista en España ha dejado, en lo que va del año, 32 mujeres y seis menores asesinados, junto con 16 huérfanos menores de 18 años. La preocupación por esta lacra consiguió lo que ningún tema ha logrado en los últimos años en este país: poner de acuerdo a todo el espectro de partidos políticos. En un contexto donde existen profundas diferencias políticas, que, por ejemplo, no permitieron conformar coaliciones de gobierno el año pasado, dejando al país en la interinidad por más de 10 meses, el hecho de que se logre sellar un Pacto Nacional contra la violencia de género es realmente notable.
El Pacto incluye 200 medidas de política pública, cuenta con la participación de todos los sectores sociales y tiene un presupuesto de mil millones de euros para su implementación durante los primeros cinco años. Esto refleja un compromiso real, donde el dinero y las acciones acompañan al discurso.
Entre las medidas acordadas, se destaca el reconocimiento de que los hijos e hijas de las mujeres asesinadas o maltratadas son también víctimas en este continuum de violencia machista. Por ello, se requieren medidas para protegerlos –como la reglamentación de los regímenes de patria potestad y de visitas por parte de padres feminicidas o maltratadores-, y para darles la acreditación de víctimas de tal forma que puedan acceder a los servicios de asistencia que requieran.
Otro aspecto notable del Pacto es que busca crear un Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género, donde se involucra a las instituciones educativas, a los medios de comunicación y a la sociedad civil. En la base del Pacto está el entendimiento común de que los feminicidios son solo la punta del iceberg de un problema estructural de discriminación y violencia contra las mujeres. Por ello, la columna vertebral de la estrategia son las medidas de educación en igualdad que cimienten una conciencia social de rechazo a la violencia de género. La intención es lograr el respaldo de todas las instancias de gobiernos departamentales y locales, la administración de justicia, el sector salud, la comunidad educativa, las asociaciones sindicales, el sector empresarial y la sociedad civil.
Además de las medidas de prevención, también se pone mucho énfasis en la detección temprana. Para ello, se crean protocolos en la atención primaria en salud y en urgencias para detectar a posibles víctimas cuando se produzcan los primeros abusos. También se toman medidas para recoger datos que permita tener una dimensión del problema, impulsar la investigación de sus causas y consecuencias, y la evaluación de la incidencia y eficacia de las medidas implementadas. En España sigue muriendo una mujer a la semana a manos de su pareja o expareja, pero la sociedad y sus representantes han tomado la decisión de afrontar el problema y plantear un enfoque integral, sabiendo que es un proceso a largo plazo.
Mientras tanto, en Colombia, una mujer muere a manos de su pareja o expareja cada cuatro días, no sabemos cuántos niños son asesinados por sus padres ni cuántos se quedan huérfanos creciendo con el recuerdo de haber visto cómo su padre le pegó a su madre noche tras noche hasta que un día la asesinó. Nunca nos preguntamos colectivamente quién escucha los gritos de esas mujeres que son asesinadas, ni qué hacen si es que hacen algo. ¿Cuántos médicos o profesores decidieron mirar para el otro lado cuando detectaron ese morado que ya saben lo que significa? ¿Quién cuida a los hijos con mamás asesinadas y papás encarcelados?
El Pacto de Estado español ofrece muchas pistas sobre cómo enfrentar la violencia machista, y deja claro que no hay atajos para resolver este problema. Las soluciones de populismo penal, como el aumento de penas, simplemente no son efectivas y no disuaden a nadie, mucho menos cuando los índices de impunidad siguen siendo tan altos. Si en realidad nos interesa pasar del discurso a acciones que protejan a las mujeres y sus familias, necesitamos compromiso político, presupuesto suficiente, participación intersectorial y ponernos manos a la obra. De otra manera seguiremos llenándonos la boca con discursos de rechazo y preocupación, mientras continuamos sumando, una tras otra, a las víctimas mujeres y niños de la violencia machista de este interminable cuentagotas mortal.
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