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El caso Bedoya: ¿más allá de lo deportivo?
05 de Octubre de 2012
César Giraldo
Socio de GHER & Asociados
Twitter: @gher_asociados
Antes de empezar esta columna, admito que Gerardo Bedoya siempre ha sido mi ídolo. Me acuerdo mucho cuando de niño lo veía en aquel Deportivo Cali que perdió la final de la Copa Libertadores en 1999 ante Palmeiras por tiros desde el punto penal o cuando, en el año 2001, marcó el gol que llevó a Racing a ser campeón del fútbol argentino luego de 36 años de sequia.
El “General”, como se le conoce en el mundo del fútbol, sin duda alguna está lleno de palmarés deportivos que muchos futbolistas en Colombia anhelan. Incluso me atrevería a decir que ha sido parte importante de la historia de nuestro fútbol. No podemos olvidar que Bedoya hizo parte de aquella selección Colombia campeona de América en el 2001, así como de muchos equipos de nuestra liga; y por qué no decirlo, es el jugador colombiano con mayor número de expulsiones: 41.
Sin embargo, dejando la pasión a un lado, esos triunfos deportivos no le perdonan su conducta antideportiva del pasado 22 de septiembre del presente año, en el clásico disputado entre Santa
Fe y Millonarios, donde pisoteó la cara de un jugador oponente luego que el balón ya no se encontrará en juego.
Luego de analizar la decisión de la Dimayor, la cual fue recurrida y apelada por Independiente Santa Fe, el Comité Disciplinario de dicha organización sancionó a Bedoya con 11 fechas de suspensión y una multa de 1.227.850 pesos por su conducta, algo así como 680 dólares.
Más que la sanción deportiva que se le impuso al jugador, este tipo de acciones nos da la posibilidad de debatir hasta qué punto un deportista debe responder civilmente y penalmente por los hechos que suceden por ejercer su profesión.
A lo largo de la historia del fútbol, se han presentado muchos casos parecidos al de Bedoya que han llevado a los jugadores a responder por sus actos ante los tribunales locales.
El fútbol inglés ha contado con historias emblemáticas frente al tema. Uno de los casos más sonados es el del jugador francés Eric Cantona, quien en un partido del Manchester United, decidió lanzar una patada a un espectador por decir palabras en su contra. La sanción deportiva para ese suceso fue de ocho meses más una demanda penal interpuesta por su víctima. Dicha demanda llevó a Cantona a realizar un acuerdo económico con el espectador, más la prestación de servicios comunitarios luego de ser apelada la decisión.
Yendo un poco más a fondo, tenemos jugadas en las cuales los futbolistas han quedado fuera de las canchas de por vida. Es el caso de Ben Collect, exjugador de reservas del Manchester United, quién sufrió una lesión a manos de Gary Smith, jugador de la juvenil del Middlesbrough en el año 2003.
Después de una aparente buena recuperación, Collect nunca recuperó su habilidad natural, por lo que, luego de tres años, decidió retirarse para dedicarse a otras actividades. Ante esto, Collect decidió demandar civilmente por lucro cesante a Smith. En dicha batalla jurídica, el juez decidió darle la razón a Collect y, por el daño sufrido, recibió 3.854.328 libras esterlinas, nada mal para un jugador amateur.
Otro caso que vale la pena señalar es el del jugador Mauro Camoranesi, quien hace 18 años lesionó a Roberto Pizzo. En una jugada “torpe”, tal como lo indicó el tribunal, al jugador italo-argentino se le obligó a indemnizar a Rizzo por una jugada que sucedió en 1994. Lo insólito en este caso es el tiempo que se demoró la justicia argentina en decidir el fallo, toda vez que la notificación al jugador solo se le pudo realizar hasta el 2004.
Como se puede apreciar, estos desafortunados y diferentes actos abren la puerta a la eterna discusión de la responsabilidad civil y penal de los atletas partícipes en deportes de contacto, y hasta qué punto la normativa debe permitir que estos hechos sucedan.
Es cierto que la patada que recibió Johnny Ramírez, jugador del equipo embajador, por parte de Bedoya, no afecta para nada su desarrollo como futbolista. Sin embargo, por haber sido una jugada donde claramente existió dolo, nos quedará la duda de si este hecho debió haber traspasado las fronteras de la normativa deportiva para ir a otras legislaciones más severas. Vale la pena señalar que los medios deportivos señalaron que Ramírez decidió no demandar, por el respeto que tiene hacia Bedoya y por las amenazas que recibió este a través de las redes sociales.
Finalmente, con voz de hincha santafereño, me siento feliz porque a mi ídolo le redujeron la pena y, en menos de 11 fechas, lo veré nuevamente en el equipo del actual campeón. Sin embargo, como abogado, creo que estas actuaciones deben ser castigadas como lo establecen nuestras leyes, más como un hecho formador de una sociedad como la nuestra, que en estos días busca la tan preciada paz. Juzguen ustedes mismos, el debate está abierto.
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