Curiosidades Y...
Cambio climático
29 de Noviembre de 2013
Antonio Vélez |
Existe una gran preocupación en el mundo por el calentamiento global y sus consecuencias más dañinas: casquetes polares derretidos y aumento del nivel de los océanos. Los gobernantes se reúnen y firman compromisos para disminuir las emisiones de CO2; sin embargo, los más contaminadores no firman. Agréguese a lo anterior la extinción acelerada de especies, la contaminación de las aguas, una capa de ozono perforada y amenazante por los rayos UV, lluvia ácida, selvas taladas… En fin, se anuncia un final apocalíptico para la especie humana.
Es bien sabido que el CO2 atmosférico ya superó los niveles tolerables, e igual cosa ha ocurrido con el metano y el vapor de agua, y aún siguen en ascenso vertiginoso. Efecto invernadero, se lo llama: el calor del sol queda atrapado entre la superficie de la tierra y la atmósfera, y esto se traduce en aumento de la temperatura media. Las consecuencias amenazan nuestra permanencia en este planeta.
Ahora bien, los gobernantes siguen mirando con preocupación el problema, pero reducir sensiblemente las emisiones de CO2 es algo muy costoso, por lo cual los más contaminadores, que son las empresas y los países grandes y poderosos, siempre buscarán frenar cualquier intento de solución. Además, se trata de un fenómeno que posee gran inercia y, en consecuencia, que exige varias décadas de trabajo, en el caso improbable de convencer a los contaminadores para que decidan invertir significativamente en su prevención.
Según el último informe del Instituto Francés de Estudios Demográficos (INED), la población mundial alcanzará cerca de 10.000 millones de habitantes en el 2050. Hagamos entonces unas cuentas elementales: en 1980 superamos los 4.000 millones, los 5.000 en 1990, en el 2000 sobrepasamos los 6.000, y en el 2011 ya éramos 7.000 millones. De seguir el ritmo, al llegar al final de esta década estaremos acercándonos a los 8.000 millones. ¡Mil millones por década! Y esos recién llegados cultivan, cocinan, se calientan y se refrigeran, se iluminan, se transportan, respiran, viven… Siempre al ritmo asfixiante del CO2. EE UU tenía 287 millones en el 2000, ahora son 316, y en una década más serán 350 millones, todos ellos derrochadores desmedidos de energía, consumidores en exceso y contaminadores por excelencia. Y no firman nada que les cueste dólares.
Aquellos que desdeñan la variable poblacional alegan que ya muchos países están disminuyendo su población, por ejemplo, que Europa Occidental bajará de los 740 millones que ahora viven allí a 726 en el 2050. Insignificante rebaja. Les respondemos: India en ese mismo periodo pasará de 1.100 millones actuales a 1.600 y se convertirá en el gigante, pero muertos de hambre y contaminadores. Así que seremos más, muchos más generando CO2 a una tasa muy superior a la que se puede ahorrar si el mundo atendiera las demandas de los ecologistas.
Lo incomprensible es que los luchadores en pro del planeta hayan dejado por fuera la variable más importante, el crecimiento poblacional, un problema de miopía severa y que de no resolverse con prontitud dejaría sin valor todo lo que se hiciere por bajar las emisiones dañinas. Simplemente están enfocando la mirada hacia un punto crítico, pero no el más. En el hipotético caso de que al final de esta década que ahora comienza, los grandes contaminadores logren bajar unos cuantos puntos en el nivel del CO2 que generan, ya la población humana agregada en ese mismo lapso, mil millones de habitantes, creará por obligación tanto o más CO2 como el que se lograría reducir con enormes sacrificios. Una carrera perdida. Y lo mismo, o peor, ocurrirá en las tres décadas siguientes. Y recibirán la ayuda generosa, en producción de CO2, de nuestros comensales obligados: perros, gatos, caballos, cerdos, ganado… Y su número crece a la par con el de los humanos.
No hay duda alguna, estamos viviendo el final de la película de la especie humana.
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