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15 de Mayo de 2024 /
Actualizado hace 7 horas | ISSN: 2805-6396

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Emiro Sandoval: gigante de la Criminología

05 de Noviembre de 2013

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Nota:
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Artículo publicado en la edición N° 189 de ÁMBITO JURÍDICO, que circuló del 7 al 20 de noviembre del 2005.

 

“Decía que no era justo dormir, mientras había un preso que no podía salir de la cárcel sin su fallo”

 

Por Laura Jimena Rojas Villamil

 

“Era un hombre grandote”, dice Amelia Mantilla, al recordar las épocas en que su esposo, Emiro Sandoval Huertas, era arquero del equipo de fútbol del Externado y se “volvía pedazos” intentando evitar los goles de sus contrincantes. Era fanático del deporte, pero, como deportista, nunca habría conseguido las glorias que ganó como abogado. En el Derecho sí tenía mucha cancha por recorrer.

 

El corto camino que anduvo por el mundo jurídico y académico da licencia para decir que Emiro Sandoval no solo era grande por su estatura, sino también por su existencia.

 

De su padre no solo heredó su nombre, sino también el espíritu laborioso y honesto. Y de Pola, su madre, la inteligencia, la cultura y el ánimo luchador. Estas cualidades y sus aptitudes académicas, lo llevaron muy lejos en el ámbito del Derecho, en particular, en el de la Criminología. Consagró su vida a la investigación y a su labor como jurista, pero también fue un hombre de familia, romántico, cariñoso y dedicado a su esposa y a su hija, Alexandra.

 

Desde niño, Emiro Sandoval se distinguió por su gran desempeño académico. Fue el mejor bachiller de su promoción. Se graduó como abogado de la Universidad Externado, en 1975.

Su récord académico no pudo ser mejor: estuvo becado toda la carrera. Nunca le contó a su padre, porque la plata que este le daba para la matrícula la gastaba en libros. Si hubiera revelado ese secreto, no habría podido construir su enorme biblioteca, que aún conserva el orden en que la dejó.

 

Emiro Sandoval fue alumno del magistrado Alfonso Reyes Echandía. Desde entonces, se forjó una gran amistad y una fuerte relación profesional. Reyes fue su maestro integral, casi un padre. Lo impulsó a trabajar como juez y, en febrero de 1985, lo nombró magistrado auxiliar suyo. Sandoval, por su parte, se convirtió en su mano derecha, su hombre de confianza.

 

Vivió entregado a su carrera, aunque su verdadera pasión era la Sicología. Estudió Derecho, porque su familia así lo quiso. Ese resultó ser un camino que le deparó éxitos y alternativas académicas. Además, le permitió crear un vínculo con su primera pasión, a través de la Criminología. Sus propuestas y logros en este campo le significaron prestigio y reconocimiento como profesor y jurista.

 

Se inició como maestro en 1978, en el grupo de Penología del Externado. Primero, fue monitor del profesor de Derecho Penal Fernando Echeverri Osa. Después, ascendió hasta tener su propia cátedra. Alguna vez le confesó a su amigo Jesús Antonio Muñoz, quien también fue su alumno, que dictar sus primeras clases le costó trabajo. Tenía una técnica para prepararlas que reflejaba su seriedad y rigor como docente: para ir más seguro a cada sesión, se paraba frente al espejo a recitar sus lecciones. Decía que verse ayuda mucho.

 

La orientación de sus clases era estricta, novedosa y se basaba en la corriente de la Criminología Crítica, como él mismo la llamaba. Sus propuestas eran inéditas, interesantes, ricas en contenido y propiciaban la investigación. Esta vocación de docente la recibió de su abuela, una maestra de escuela que le enseñó el amor por la lectura.

 

Era un lector empedernido. Aprendió a leer a través de las historias de Don Quijote y de Julio Verne. Leía los periódicos, literatura y, por supuesto, textos académicos. Además, como lo atraían el fútbol, los toros y los deportes en general, coleccionaba las revistas deportivas de la época.

 

También le gustaba escribir y su escritura era impecable. Como buen discípulo de Reyes Echandía, procuraba, con rigor, utilizar el mejor español posible en sus textos. No solo redactaba obras jurídicas, también cuentos, novelas y poemas, algunos para su esposa. Todas las noches, después de dictar sus clases, sin pensar en el cansancio, llegaba a su casa a sentarse frente a la máquina de escribir. Fue así como, a sus 32 años, produjo cuatro libros y muchos artículos. De ellos se destacan dos tomos de Penología, parte general y parte especial, que publicó en vida, y La pena privativa de la libertad en Colombia y en Alemania Federal, un trabajo preparado mientras se especializaba en Europa y publicado después de su muerte. 

 

La investigación fue una de sus mayores motivaciones y su devoción por ese oficio, una de sus mejores enseñanzas. En 1982, con el apoyo de Reyes Echandía y tras haberse ganado la Beca Alexander von Humboldt, tuvo la oportunidad de desarrollar sus habilidades de investigador, mientras hacía un doctorado en Criminología. Vivió dos años en Alemania, con su esposa y su hija.

La beca le exigía dominar el alemán. Por eso, tuvo que dedicar sus primeros seis meses en Europa exclusivamente a estudiar el idioma. Ese fue un reto que le costó mucho esfuerzo, tanto que un día aseguró: “Si yo le hubiera dedicado tanto tiempo a la Física como al alemán, habría sido Premio Nobel de Física”. Sin embargo, a pesar de la dificultad, también se destacó por su excelente desempeño en esta prueba académica: su calificación fue sehr gut (muy bien).

 

Nunca puso límites al tiempo que dedicaba a la investigación, la lectura y el estudio. Paradójicamente, eso no siempre fue una ventaja: alguna vez, Reyes le ofreció el cargo de juez del circuito, pero casi no lo nombran. Un magistrado se opuso, afirmando que Emiro Sandoval no podía ser un buen juez, porque era muy estudioso. Argumentaba que se iba a dedicar a estudiar y no a trabajar. Sin embargo, la vida de Sandoval se concentraba en el trabajo.

 

Era un hombre tan consagrado a su oficio, que se levantaba temprano un domingo a sacar una decisión judicial. Decía que no era justo dormir, mientras había un preso que no podía salir de la cárcel sin su fallo. Para él, no había nada antes de tener lista una decisión. Tenía un sentido especial de la justicia.

 

Emiro Sandoval era un líder en el movimiento de la Criminología. Además, un abogado muy joven y de renombre internacional. Le esperaba un futuro grande, la posibilidad de producir escritos y análisis de todos los temas de la rama. Habría podido hacer una labor intelectual importante y jalonar los estudios criminológicos, porque tenía los conocimientos, las aspiraciones, todas las relaciones del mundo y toda la vida por delante. Su proceso quedó trunco. Su espíritu investigativo, reflexivo y crítico se perdió para la Criminología, para la justicia y para Colombia.

 

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