Crítica Literaria
Claudio Magris
15 de Octubre de 2014
Juan Gustavo Cobo Borda
La Feria del Libro de Guadalajara ha entregado su premio anual al germanista nacido en Trieste en 1939. Pero Magris no es solo un catedrático que ha estudiado el mito de los Habsburgos en la literatura austriaca, en figuras tan notables como Joseph Roth, a quien dedicó un penetrante libro, sino también en Robert Musil, Arthur Schnitzler, Franz Werfel o Stefan Zweig. Esa confluencia de lenguas y razas, en la Viena que se asomaba al abismo de la Primera Guerra Mundial, al bailar y cantar valses inolvidables en las inmediaciones del Danubio, por supuesto azul, es solo la primera tierra nutricia para que Claudio Magris extienda su mirada por toda esa Centro Europa tan rica y tan trágica que recorrió con fervor de peregrino literario.
Se trata de El Danubio (1986), un libro que como todos los suyos ha publicado Anagrama de Barcelona. Un viaje, si se quiere sentimental, donde atravesamos Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria. Donde no cuentan tanto iglesias, cafés o universidades, sino ciertos apellidos que van de Kafka a Heidegger, de Lukacs a Canetti, de Celine a músicos como Mozart. Y donde la historia no deja de irrumpir, con sus fanfarrias envenenadas, llámense Hitler o Stalin. Esta conciencia de erudito andariego no le quitará nunca el gusto por las excursiones, en esa mezcla de diario de viaje y reflexión inteligente, que nos dará luego semblanzas revaloradas de quienes como Thomas Mann o Rilke, Italo Svevo o Robert Walser crean mundos donde ya la voz épica y los grandes relatos se confinan en el exilio o el manicomio. O en la tenacidad con que sobreviven, gracias a la escritura, las víctimas de los campos de concentración, como fue el caso de Primo Levi o Jorge Semprum.
Pero hay un segundo Magris que en sus artículos razona en pro de un liberalismo laico, de una tolerancia ante fanáticos asesinos, donde la razón deja oír su voz, como es el caso de su recopilación La historia no ha terminado. Ética, política, laicidad (2006), en el cual las actitudes firmes de Norberto Bobbio contrastan aún más, no solo en lo político, ante el chabacano y abusivo mal gusto de un Berlusconi. Quizás por ello reivindica, en Literatura y derecho (2008), cómo la frialdad de este último no hace más que preservar la calidez de la vida, al garantizarle sus prerrogativas, y recordar cómo los poetas fueron los primeros legisladores, llámense Homero o los trágicos griegos.
Otro rostro de Magris es el de narrador, el que busca rescatar trozos de una historia perdida o traspapelada, como en Conjeturas sobre un sable (1985), sobre un general cosaco, primero antizarista y luego cercano a Hitler, en la Segunda Guerra Mundial, pues este le había prometido una nueva patria para los cosacos. O los voluntarios comunistas italianos que se fueron a Yugoslavia a consolidar la nueva utopía de Tito y luego perdieron todas las patrias y ningún partido los acogió, en las contradictorias paradojas trágicas de un siglo infernal.
Finalmente, en Así que usted comprenderá (2006), Magris se hace a la vez autobiográfico y mítico cuando ante la muerte de su mujer, le da la palabra a ella, a Eurídice, quien en un conturbador monólogo, resume la vida compartida, las miserias de egolatría y vanidad de ese hombre tan célebre, pero a la vez tan irrisorio, que ya no podrá sacarla de la Casa de la Muerte. Un testimonio de amor, pero también de impotencia, donde el saber no alcanza a vencer el destino, sino tan solo expresarlo, indirectamente, mediante la tradición y la parábola que edifican así un nuevo mito para continuar una lección irreprochable, en tantos volúmenes, de pensar y sentir las perplejidades de la condición humana.
Al decir en Utopía, desencanto (1999) ese “estupor indecible, el dolor de que el universo continúe como antes, alejándose del que muere, la cruel infidelidad e indiferencia de todo sobrevivir” (p. 109).
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