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29 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


El covid-19 y la movilidad

04 de Junio de 2020

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José Vicente Guzmán

Socio Guzmán Escobar & Asociados (GEA)

Abogados Derecho Marítimo, Aeronáutico Comercial y de Transporte

jvguzman@gealegal.com

 

El derecho de locomoción fue uno de los primeros afectados por el covid-19. No podemos salir de nuestras casas, salvo contadas excepciones. Y cuando lo hacemos, debemos guardar medidas de distanciamiento social, procurar el transporte individual y evitar la congestión en el transporte público. Se han suspendido los vuelos nacionales e internacionales, así como el transporte intermunicipal de pasajeros, al igual que el transporte marítimo y fluvial de personas. Los sistemas de transporte masivo urbano han perdido gran volumen de usuarios y, en la medida en que se inicie una apertura gradual de actividades, se ha ordenado restringir al 35 % su ocupación.

 

No es posible saber cuándo volveremos a la normalidad, o si la que conocíamos nunca regresará. La pandemia nos ha enfrentado a un importante cambio de costumbres sociales y económicas y, probablemente, también debamos adaptarnos a una nueva movilidad: la movilidad poscovid.

 

Desde hace décadas, se ha venido promoviendo e insistiendo en que la solución a los problemas de movilidad en las ciudades es la masificación del transporte público, pero el coronavirus nos ha demostrado que esa es una de las formas más efectivas y peligrosas para su propagación. El virus localizado en Wuhan se convirtió rápidamente en una pandemia a través del transporte aéreo y de los cruceros. En las ciudades, la aglomeración en los sistemas de transporte masivo se convirtió en el medio de circulación más efectivo para el virus. En tiempos de pandemia, el transporte masivo es parte del problema y no de la solución.

 

Las aerolíneas, las líneas navieras de cruceros, las empresas de transporte ferroviario, las empresas de transporte terrestre intermunicipal, las empresas de transporte fluvial de personas y las empresas que operan sistemas de transporte masivo urbano de pasajeros han entrado en crisis, debido a la drástica disminución de la demanda. Y es absolutamente incierto cuándo podrán regresar a los niveles de ocupación estimados para su operación. Obviamente, sus ingresos se han visto disminuidos y muchas de ellas han iniciado procesos de quiebra, insolvencia o reestructuración.

 

La recuperación del sector de transporte de pasajeros es incierta, pero, sobre todo, será muy lenta. Cuando se flexibilicen las medidas de aislamiento, muchas personas se abstendrán de viajar, bien sea por vacaciones o por negocios. En el primer caso, para evitar el contagio en sitios turísticos, o por simple falta de dinero. Y en el segundo, porque el teletrabajo y la comunicación a través de teleconferencias ha demostrado que la presencia física en otras localidades no resulta siempre indispensable para hacer negocios, o para actividades como la educación, los congresos, las convenciones o los seminarios. La demanda de transporte de pasajeros no volverá a crecer a los ritmos históricos, aun si se erradica por completo el covid-19.

 

Y en las ciudades habrá que reinventar nuevas formas de transportarse. Además del hecho de que habrá empresas de transporte masivo que no sobrevivirán a la crisis económica derivada de la pandemia, habrá una entendible prevención hacia el transporte público de pasajeros y, en especial, hacia el transporte masivo. La movilidad urbana es un problema complejo y su solución que, por supuesto, no puede ser simple, implica la combinación de diversas alternativas de transporte.

 

Es probable que una de las lecciones que nos deje el covid-19 es que el transporte masivo urbano de personas no es necesariamente el mejor camino a seguir en materia de movilidad, pero, sobre todo, nunca puede ser el único. La decidida batalla contra el uso del vehículo particular que hemos vivido durante los últimos 25 años puede haber sido excesiva.

 

Otros medios de transporte urbano, como las bicicletas y las patinetas, tendrán mayor participación, aunque aún enfrentan carencia de infraestructura y conectividad suficientes y, además, la exposición a la inseguridad ciudadana no ha disminuido y, por el contrario, puede incrementarse tras la apertura.

 

Tenemos que reinventar la movilidad poscovid con soluciones que ya existen y otras que vendrán, tales como el uso de plataformas tecnológicas, el car pooling, una menor densidad en el transporte público y el retorno al transporte privado que, después de lo que hemos vivido, ha demostrado sus bondades. El uso de fuentes de energía alternativas, con menos dependencia de combustibles fósiles, debe contribuir a las nuevas soluciones.

 

Definitivamente, la adecuada planeación de los centros urbanos, que permita al ciudadano encontrar todas sus soluciones en cercanía de su residencia (trabajo, colegios, universidades, hospitales, comercio, entretenimiento) contribuirá a la solución, pues la mejor alternativa a los problemas de movilidad urbana es que las personas reduzcan su necesidad de movilizarse.

 

Puede que el covid-19 nos haya enseñado que el transporte masivo urbano de pasajeros no es la única solución posible, ni siempre la más conveniente. Quizá el transporte privado no era tan malo, como nos lo han querido hacer ver en las últimas décadas.

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