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25 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 28 minutos | ISSN: 2805-6396

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Obras del Pensamiento Jurídico


Análisis de la obra ‘Ingeniería constitucional comparada’, de Giovanni Sartori

25 de Mayo de 2017

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Leonardo García Jaramillo

Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas, Universidad EAFIT

 

Florencia, la ciudad italiana cuna del Renacimiento, le legó al mundo dos grandes representantes del pensamiento político occidental: Maquiavelo y Giovanni Sartori (Florencia, 1924-Roma, 2017). La obra de Sartori, cuyo reciente fallecimiento pasó casi inadvertido en Colombia, ejerció amplia influencia en el ámbito anglosajón e hispanohablante. Fue uno de los principales teóricos de la democracia contemporánea y del estudio comparado de la política.

 

Se formó en ciencias sociales, empezó su carrera como profesor de historia de la filosofía moderna y la terminó como profesor emérito de humanidades en la Universidad de Columbia (Nueva York). Ateo declarado, su activo rol como intelectual público lo desempeñó como columnista del periódico Corriere della Sera; un editorial lo describió como “polemista cáustico”. Para Paolo Gentiloni, primer ministro de Italia, Sartori fue un “estudioso que ha aportado mapas y nombres para que la política se encuentre a sí misma”.

 

En la Ciencia Política, su trabajo estuvo concentrado en lo conceptual y lo metodológico, con particulares aportes, además de la teoría democrática, en los sistemas de partidos y en la construcción de Estado a partir de lo que creativamente denominó “ingeniería constitucional comparada”. Defensor del estatuto epistemológico de la Ciencia Política, es considerado uno de sus padres. Estableció las bases para crear en Italia la primera facultad de este campo, separado disciplinariamente de los estudios jurídicos.

 

Entre los reconocimientos que recibió, se destacan varios doctorados honoris causa y el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales del 2005, conferido por el desarrollo de una teoría democrática comprometida con las garantías y las libertades de la “sociedad abierta”. En este sentido, Sartori consideró antitéticas las nociones de pluralismo y multiculturalismo. Las sociedades occidentales contemporáneas se caracterizan por un pluralismo de cosmovisiones del mundo y de perspectivas del buen vivir en lo religioso, filosófico y moral que son razonables a pesar de que puedan resultar muchas veces incompatibles. Este rasgo permanente de la cultura política de la democracia no es una mera situación histórica que tienda a cambiar, como lo definiría Rawls. A pesar de este pluralismo, se ha alcanzado un grado importante de consenso en torno a la importancia de salvaguardar derechos mínimos representados, sobre todo, en la dignidad humana.

 

Para Sartori, encarna un riesgo para la estabilidad de estas sociedades, sobre todo las europeas, la llegada masiva de inmigrantes con culturas cuyas prácticas resultan incompatibles con normas éticas y jurídicas que en Occidente tratamos de implementar, al menos, desde la Declaración de los Derechos del Hombre (1789). Sin límites como estos, la sociedad abierta no sobrevive, enfatizaba.

 

Por arraigada que esté y cultural que parezca, por ejemplo, la práctica de mutilar tejidos genitales del cuerpo de la mujer, el rechazo al relativismo cultural indica que las creencias y prácticas de una determinada cultura no deben tener necesariamente el mismo valor ni contar con la misma jerarquía. “Atribuir a todas las culturas igual valor equivale a adoptar un relativismo absoluto que destruye la noción misma de valor”, afirma en La sociedad multiétnica. Los relativistas en lo cultural resultan intolerantes en lo moral y en lo político, y de ellos debe defenderse a la democracia, insistía Sartori.

 

Subraya tres condiciones para que las sociedades sobrevivan en el contexto del pluralismo: la negación del dogmatismo y la correlativa obligación de someter el lenguaje político a la argumentación racional, el deber de imponer el principio de impedir el daño en el sentido que el límite de nuestras libertades es el inminente daño o perjuicio al prójimo, y la reciprocidad en la doctrina de la tolerancia en virtud de la cual no podemos tolerar la intolerancia. “Yo soy tolerante como anfitrión, pero tú tienes que serlo también como huésped. La religión católica ha sido durante mucho tiempo muy intolerante y hoy no se lo puede permitir, aunque muchas veces quisiera”.

 

Casos recientes ilustran la relevancia del pensamiento de Sartori para sustentar posiciones respetuosas del pluralismo que controvierten lecturas difusas del multiculturalismo donde “todo vale”. Un miembro del resguardo indígena Paniquitá, de Totoró (Cauca), violó a su sobrina de 11 años. En la decisión sobre el conflicto de jurisdicciones, el Consejo Superior de la Judicatura sostuvo que el agresor debía ser procesado por la justicia ordinaria y no por la justicia del cabildo, como lo pedía su líder. Desde el 2010, se han resueltos por la justicia ordinaria cerca de 160 casos de violencia sexual contra menores de edad indígenas, no solo por la primacía del interés superior del menor, sino porque las reglas y prácticas de los resguardos involucrados no permiten establecer que existen planes para amparar los derechos de las menores ni para castigar a los culpables. De otro lado, durante la noche de fin de año del 2015, cientos de mujeres fueron agredidas sexualmente en Alemania, sobre todo en Colonia, por parte de inmigrantes musulmanes. Para Sami Abu-Yusuf, líder musulmán residente en Alemania, la responsabilidad no recaía en los hombres agresores, sino en las mujeres agredidas “por la ropa que usaban y porque andaban perfumadas”.

 

La posición de Sartori es contundente ante situaciones que evidencian complejas tensiones entre culturas, bien sea la “indígena” frente a la “hegemónica” o la “europea-liberal” frente a la “musulmana-fundamentalista”. A los inmigrantes musulmanes que a pesar de años viviendo en países que les han recibido no han hecho el menor esfuerzo por incorporar elementos mínimos de la cultura que los acoge, sobre todo aquellos fundados en el respeto por la dignidad y la igualdad humanas “se les debe colocar en la frontera para que se marchen a su casa” porque “¿Hasta qué punto puede una sociedad pluralista acoger sin disolverse a enemigos culturales que la rechazan?”. A partir de los atentados terroristas en París y Bruselas, expresó que estamos en guerra y que en tiempos de guerra no se pueden respetar las reglas de la paz, porque, si lo haces, la pierdes. 

 

En el 2015, publicó su último libro: La carrera hacia ningún lugar. Diez lecciones sobre nuestra sociedad en peligro (Taurus), donde aborda la crisis de la política frente a cuestiones problemáticas como los límites entre la libertad y la dictadura, el choque entre el islam y el cristianismo, la “guerra contra el terror” y el derecho a la ciudadanía. Sobre la guerra contra el terror, declarada por el presidente G. W. Bush contra el “eje del mal”, Sartori critica el pertinaz empeño por exportar la democracia a países islámicos, toda vez que sus regímenes son teocracias fundadas en la voluntad de Alá y no en la voluntad popular, y “Dios y pueblo son dos principios de legitimidad opuestos”.

 

Sistemas políticos latinoamericanos

 

Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados, un libro de éxito editorial inmediato, apareció en 1994 tanto en su edición en inglés como en español. Lo primero que llama la atención es su genuino interés por contribuir a mejorar los sistemas políticos latinoamericanos y por aportar elementos teóricos a nuestros debates sobre la democracia. Autores que lideran cánones globales en sus respectivas disciplinas raramente intentan dotar a sus obras de rendimientos prácticos en contextos distintos de los propios y, particularmente, en aquellos tan convulsionados como los latinoamericanos. La segunda edición del libro (2001) tiene un posfacio titulado La transición de México, ¿hacia dónde? (Una agenda para la reforma).

 

Una de las cuestiones centrales del libro es el análisis comparado de tres formas de gobierno –es decir, sistemas político-democráticos para organizar el poder público y gobernar legítima y eficazmente a una sociedad– para determinar cuál es la mejor. Analiza el presidencialismo, donde el jefe de Estado, cabeza del Ejecutivo, es elegido popularmente por un periodo determinado y nombra o sustituye discrecionalmente a los miembros de su gobierno sin interferencia del voto parlamentario. El parlamentarismo, donde el parlamento es soberano, los poderes Ejecutivo y Legislativo no están divididos, sino que se comparten, y donde los miembros del gobierno, entonces, deben designarse y pueden destituirse con el voto parlamentario; y el semipresidencialismo, como forma mixta de los anteriores, con un presidente (jefe de Estado) electo popularmente, pero con una autoridad dual compartida con un primer ministro (jefe de Gobierno) que debe conseguir el apoyo parlamentario de manera regular. Para Sartori, el semipresidencialismo es preferible frente al presidencialismo, porque enfrenta mejor una faceta frecuente en los sistemas políticos democráticos, como es la división entre las mayorías.

 

En este libro, que evoca más su accesible y práctica Democracia en 30 lecciones (2008) que su conceptual y profunda Teoría de la democracia revisitada (1987), propone un nuevo sistema de gobierno: el presidencialismo alternativo o intermitente, consciente de la necesidad de articular un fuerte control parlamentario con un gobierno eficiente. Los sistemas presidencial y parlamentario tienen cada uno un motor que los impulsan, respectivamente, el presidente y el parlamento. Con frecuencia el motor presidencial falla al bajar a las intersecciones parlamentarias, pero el motor parlamentario no tiene la potencia suficiente para ascender, es decir, para gobernar. El semipresidencialismo es un sistema con dos motores que operan de manera simultánea, pero puede empezar a funcionar en sentidos opuestos.

 

Esta circunstancia motivó a Sartori para idear un sistema alternativo, intermedio entre el presidencialismo y el parlamentarismo, similar al semipresidencialismo, donde un sistema parlamentario esté motivado o castigado, respectivamente, por el desplazamiento del presidente o por su remplazo. Si el motor parlamentario opera bien, se le deja funcionar. Pero si no, se apaga y se enciende el presidencial. Resulta entonces fundamental que haya recompensa ante el buen desempeño y castigos que sancionen los deficientes. El presidencialismo alternativo procura conseguir un sistema de gobierno eficaz en el cumplimiento de sus funciones, pero, a su vez, representativo e idóneo para solucionar el problema presidencialista de las mayorías divididas. (para las particularidades de este sistema, véase la Tercera parte-sección IX del libro).

 

Aunque el presidencialismo no ha funcionado bien en América Latina, Sartori rechaza la posibilidad de implementar el sistema parlamentario, debido, sobre todo, a la debilidad y a la falta de disciplina de los partidos políticos, y al “sistema electoral interno” (el control absoluto que ejercen los líderes del partido en el proceso de selección de candidatos), así como a la atomización parlamentaria y al multipartidismo excesivo que se presenta en algunos países.

 

Es fundamental, luego de establecer el sistema político, diseñar el sistema electoral que mejor se adecúe. Sartori estudia dos sistemas electorales y precisa sus distintas versiones: el mayoritario y el proporcional. Concluye que el mejor es el mayoritario en su forma de dos vueltas sustentado en cuatro argumentos: (i) las dos oportunidades que tiene el ciudadano de depositar su voto aumentan las posibilidades de que se trate de un voto informado y con mayor perspectiva. (ii) Como la segunda vuelta electoral sucede poco tiempo después a partir de los resultados de la primera, el deseo mayoritario de los demás electores lo presiona para que vote de manera estratégica por su segunda o tercera preferencia (como sucedió en Francia en las elecciones de 2002 cuando Le Pen pasó a segunda vuelta con Chirac, lo cual urgió a que socialistas, comunistas y otros sectores se organizaran, muy a su pesar, a favor de Chirac, quien, gracias a esta unión, alcanzó en segunda vuelta un 82,21 % de los votos). (iii) Los partidos también aprovechan esta oportunidad para elegir por segunda vez y lograr un “intercambio racional” entre ellos. (iv) Los partidos extremistas, que rechazan el sistema político, resultan duramente castigados en un sistema de dos vueltas, porque ni alcanzan la mayoría en la primera ni consiguen nuevos votos en la segunda.

 

Fuentes

 

López Rubí, José Ramón (coord.). Para Leer a Sartori. Puebla-México: BUAP, 2009.

 

Sartori, Giovanni. Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2a. ed., 2001.

 

Sartori, Giovanni. La sociedad multiétnica pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. Madrid, Taurus, 2002.

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