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25 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 7 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Doxa y Logos

‘Podcasts’ y el retorno del arte de narrar

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Nicolás Parra Herrera

@nicolasparrah

 

Cada vez más las personas escuchan podcasts mientras andan en lo que andan: lavando ropa, paseando al perro, transportándose al trabajo o simplemente para descansar los ojos de las plataformas virtuales, las series o los libros. En el año 2004, Ben Hammersley escribió un artículo para el periódico The Guardian titulado Audible revolution, en el que explicó que, dada la proliferación de reproductores de MP3 y iPods, la producción de audio se había vuelto más económica y profetizaba que, con ello, los ingredientes estaban listos para cocinar algo nuevo: un boom de radio amateur –es decir, un auge de la producción de programas de radio disponibles en internet, compuestos de archivos de audio digital de palabras, música y otro material a través de los cuales los amantes del medio no solo informan, sino también comparten experiencias, historias y vivencias–. Hammersley bautizó a estos programas “podcast” o “audioblogging” por la misma razón por la cual nombramos lo desconocido: para marcar un comienzo o diferenciarlo de algo que existe. Sin embargo, se estima que no fue sino hasta el año 2014, con el podcast “Serial”, que narra la investigación del asesinato de una estudiante de Maryland, cuando los podcasts se expandieron y popularizaron.

 

Pero el origen de los podcasts puede ir un poco más atrás. Al fin y al cabo, los orígenes no son más que puntos arbitrarios desde donde decidimos contar una historia. Por eso, otro punto de origen de esta nueva forma de comunicarnos es el texto de Walter Benjamin, El Narrador (1936), en donde además de analizar algunos fragmentos de la obra de Nikolai Leskov, el escritor ruso del siglo XIX, el filósofo alemán ofreció algunas aproximaciones a la pregunta ¿por qué los seres humanos narramos historias? Para Benjamin, los procesos tecnológicos del siglo XX, agrupados dentro de lo que se conocería como la era de la información, ponían en entredicho la posibilidad misma de la existencia de narradores. El arte de narrar estaba llegando a su fin, pensaba Benjamin, pues los seres humanos nos estábamos despojando de una de nuestras posesiones más seguras: la habilidad de intercambiar experiencias. A cambio de ello, se instauraban la información y la explicación como formas prevalentes de relacionarnos y comunicarnos, las cuales colonizaban al arte de compartir e intercambiar experiencias.

 

Una de las razones que quizás expliquen el auge de los podcasts no es únicamente la razón técnica del medio intuida por Hammersley, sino la recuperación de una posesión olvidada: nuestra pulsión de compartir y escuchar historias que tejen las experiencias de las personas, nos transportan en el tiempo y en el espacio, y nos dejan algo, una moraleja, un consejo vital. Y esta recuperación ha llegado a través de los podcasts. Como lo notó Rebecca Mead en la revista The New Yorker hace casi dos años: “ochenta años después de que Benjamin escribiera sobre el declive de la narración, estamos viviendo en una nueva época dorada en la forma de los ‘podcasts’”.

 

Este año se estima que existen alrededor de un millón de podcasts y cerca de 30 millones de episodios. Desde luego, no todos los podcasts recuperan la narración como forma de articular nuestra experiencia en el mundo, algunos de ellos informan los acontecimientos recientes y explican desde lo divino y lo humano. Sin embargo, hay varios que sí nos alejan de nuestro deseo o necesidad de saber qué está ocurriendo en la actualidad y pasan, de mano en mano, la experiencia de otras personas. Esos podcasts que narran vivencias, historias, anécdotas, transmiten algo útil, pues ya desde Benjamin se asociaba el arte de narrar con algo de pragmatismo en el sentido de que el narrador transmite algo que es útil para quien lo escucha. Por ejemplo, las historias ofrecen consejos o sabiduría práctica cuando el narrador logra presentarlas de tal forma que los oyentes pueden incorporarlas en sus vidas cotidianas para iluminarlas u orientarse mejor en ellas.

 

En Colombia, la reverberación de este “giro hacia lo narrativo” en la forma de podcast se intensifica cada vez más. Según la EncuestaPod 2019, en Latinoamérica, Colombia es el país en el que más se escuchan podcasts y la mayoría de los oyentes acuden a este medio durante las tareas domésticas que, no nos digamos mentiras, en épocas pandémicas ocupan casi un tercio de nuestros días. Pero esta proliferación se explica por diversas razones. Algunos oyentes escuchan podcasts para informarse o entretenerse; otros para profundizar en sus intereses o aprender algo nuevo; otros para sentirse parte de un grupo que comparte intereses y perspectivas, y otros para recuperar eso que Benjamin había pensado que estaba perdido: para compartir experiencias contando y escuchando las historias de sus vidas directa o indirectamente y para hablar con otros silenciosamente sin interrumpir sus rutinas ni esperar nada a cambio. Quizás en estas épocas de encierro esta sea otra forma de experimentar nuestra soledad. A lo mejor, “el que escucha una historia”, como sugería Benjamin, “está en compañía del narrador”, a lo mejor los podcasts destierren nuestra inhabilidad de experimentar y narrar lo experimentado.

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