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19 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 4 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Crítica Literaria

Sergio Pitol

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Juan Gustavo Cobo Borda

 

El escritor mexicano Sergio Pitol (1933-2018) acaba de morir, dejándonos un amplio y rico legado, que abarca cuento, novela, autobiografía, crónicas, ensayo y traducciones.

 

Había nacido de una familia veracruzana que poseía un gran ingenio. “Era un mundo carente de luz, a pesar de estar enclavado en el trópico mexicano, muy cerca del mar. Todo se marchitaba y descomponía, en las viejas casas de la hacienda, la vida se desangraba en un continuo, lento movimiento hacia la desintegración”.

 

Eso, y la malaria, hicieron de él “un lector apasionado”, que intentó muy pronto volver, mediante la escritura, sus fantasmas seres de ficción. Luego de estudiar Derecho en ciudad de México, abandonaría el país, por más de 30 años. Viviría en Belgrado, París y Bristol, en Varsovia, China y Moscú. Siete años en Praga, donde será embajador de México.

 

Allí fue desarrollando sus historias que se tiñen de un entorno cosmopolita y decadente, donde el marco urbano, trátese de Venecia como de remotos pueblos de su patria, víctimas de la bola revolucionaria, lo que resaltan son esos triángulos equívocos con que los hombres y mujeres establecen relaciones, misteriosas o malignas, asimétricas, que nos llevan a pensar en Henry James y sus novelas cortas, donde cuenta más lo no dicho que lo explícito. El anuncio soterrado de una muerte o de un fracaso, de lo que fue una incomprensión nunca aclarada, y sobre la cual se vuelve, con el tiempo, en una segunda vuelta de tuerca, para quedar aún más perplejos y heridos.

 

Esos años en Rusia le depararon la revelación Bajtín y su libro sobre Rabelais. La posibilidad de volver el mundo un carnaval, donde el cuerpo se desnuda, se disfraza y entra en el juego irreverente de una farsa permitida, en el cual las jerarquías son puestas en duda y el bufón pasa a ocupar el papel del rey.

 

El mundo al revés. Por ello reunirá tres de sus novelas más logradas, en esta veta, Tríptico del carnaval (1999) con prólogo de Antonio Tabucchi, son ellas: El desfile del amor, Domar a la divina Garza y La vida conyugal.

 

Traductor de siete novelas de Henry James, entre ellas Lo que Maisie sabía, de una antología del cuento polaco, de Gombrowicz y de libros como El buen soldado de Madox Ford, El corazón de las tinieblas de Conrad, Las puertas del paraíso de Andrzejewski o Las ciudades del mundo de Vittorini. Este cabal hombre de letras había encontrado su forma propia para integrar en un viejo edificio de la ciudad de México la resaca de todos los europeos que huyeron del viejo continente con espías incluidos o revivir viejos ritos que culminan en coprológicas abyecciones. Con ellas ganaría el Premio Cervantes.

 

En diálogo permanente con su amigo Carlos Monsiváis en Una autobiografía soterrada (2011) tantos libros suyos, tantas páginas perfectas, nos seguirán haciendo guiños con su ambigüedad que guarda el secreto, pero, a la vez, lo expone con astucia y magia. En sus diarios y crónicas de viajes, sea por Barcelona, Alemania o Chiapas, nos trae la imagen de ese Pitol culto y gentil que, con ojo agudo y buen humor, hizo del mundo su morada y del arte de la fuga el encanto indudable de su escritura.

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