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28 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 17 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Crítica Literaria

Orhan Pamuk, ‘La mujer del pelo rojo’

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Juan Gustavo Cobo Borda

 

En Estambul un muchacho cuyo padre maneja una farmacia ve cómo este desaparece quizás detrás de otra mujer y lo deja solo con su madre. Así cambiará radicalmente su vida, y para subsistir tendrá que trabajar y cumplir la exigencia de su madre de ingresar a la universidad.

 

Cem Celik se va a Ongoren, a 30 kilómetros de Estambul y allí trabajará como ayudante de Mahmut Usta, un hombre que en dos décadas había cavado más de 150 pozos. Así, “el señorito de una familia propietaria de una farmacia” encuentra un nuevo padre que le enseña, cuida y protege y a la vez se convierte en motivo de odio y rebeldía. No tanto por subir y bajar al jefe al fondo del pozo en un balde y amontonar lejos la tierra extraída, sino porque no se encuentra agua. El dueño del terreno, Hayri Bey, no les dará más plazos y dejará de pagarles.

 

La intensidad del relato se da a partir de otro foco de atracción. Una carpa de teatro en el pueblo cercano a donde el maestro pocero y su ayudante van a comprar cigarros y donde una mujer de pelo rojo, mucho mayor que él, enloquece sin remedio al muchacho, lo fascina, le lleva a mentir a su maestro con el pretexto de llamar a su madre a cobro revertido. Para finalmente descubrir que ella trabaja en el teatro, “El teatro de Leyendas Ejemplares”, y quien en una noche mágica lo seduce con su sabiduría amorosa, su experiencia inagotable, su belleza embriagadora.

 

Maravillado con esta iniciación a un mundo que ignoraba, este se hace insondable y las estrellas fugaces iluminan la noche. Al día siguiente, cuando el pozo ya recubierto de hormigón alcanza los 25 metros de profundidad, la caída del balde silencia al jefe, quien ya no gruñe ni reclama. Aterrado el joven no parece solicitar ayuda en el pueblo, recoge sus pocas cosas y toma el tren de regreso a Estambul con su madre. La culpa se irá diluyendo en la cotidianidad recobrada con los amigos, donde su historia los impacta. Termina así la primera parte del libro.

 

Esta décima novela de Pamuk, premio Nobel de Literatura 2006, se bifurca y enreda como las célebres telenovelas de su país. No solo él, sino también su padre, se habían acostado con la mujer pelirroja, y el joven, ahora rico de una compañía inmobiliaria, será avisado de que tuvo un hijo con la pelirroja, al cual nunca prestó atención.

 

Otra trama subyacente sostiene en su dimensión mítica este recuento. El Edipo Rey de Sofocles y la historia de Rostam y Shrab que el poeta persa Ferdousí inmortalizó en una epopeya, apuntan hacia lo que significa la paternidad. El hecho que el protagonista vuelva al pueblo donde dejó abandonado a su maestro pocero y donde su hijo lo matará con un tiro en el ojo, forcejeando con la pistola que el padre había llevado, nos lo dejará en prisión, donde su madre, ya de 62 años, lo visita y lo anima a escribir la novela que ahora terminamos de leer. Gracias a esta memoria histórica hemos revisado toda la historia turca. Los golpes militares; los fascistas y los maoístas; el crecimiento voraz de Estambul, que ha llegado a 15 millones de habitantes, y el poder de la palabra para en el teatro conmovernos y hacernos llorar con el monólogo desgarrado de una mujer de pelo rojo.

 

“Primero cuelga al poeta, después llora bajo su horca”.

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