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24 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 5 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Muertes curiosas

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Antonio Vélez M.

 

Hay muertes que parecen programadas. Un comediante de nombre Dick Shawn murió en el escenario de un ataque cardiaco, justo cuando imitaba a un político. Sus últimas palabras, imitación de las de un político en campaña y del cual se burlaba, fueron: “Si me eligen, no me dormiré en mi trabajo”. Justo en ese momento se recostó y se quedó dormido, para siempre. El público pensó que todo era parte del show, hasta que alguien subió al escenario, le tomó el pulso y llamó a los paramédicos: Dick Shawn acababa de morir.

 

En 1923, Frank Hayes, un jockey sufrió un ataque cardiaco justo cuando estaba por finalizar la carrera de la que resultaría ganador. Cuando el dueño del caballo fue a felicitarlo, descubrió que Frank había muerto. Un infarto del miocardio acabó con su vida, y un caso singular en la historia de la hípica: el único jockey muerto que ha ganado una carrera. 

 

Bobby Leach no le temía a la muerte: fue la segunda persona en el mundo en sobrevivir a una tirada en barril por las cataratas del Niágara. Realizó muchas proezas de ese tipo, por lo que su muerte es especialmente irónica. Mientras caminaba tranquilamente por una calle de Nueva Zelanda, Leach resbaló sobre una cáscara de naranja y se rompió la pierna que debió serle amputada. Lo llevaron a la clínica y allí lo sometieron a una cirugía de urgencia, perdió una pierna y luego murió debido a complicaciones de la cirugía.

 

Y esta puede ser la más dramática de todas las muertes. Christine Chubbuck fue la primera y única presentadora de noticieros en suicidarse durante un programa, en vivo y en directo. En julio de 1974, recién iniciado su programa en la televisión, la deprimida reportera dijo: “Para mantener la política del canal 40 de traerles lo último en materia de sangre y entrañas, y a todo color, aquí tienen una primicia: un intento de suicidio”. Sacó luego un revólver y se disparó en la cabeza. Un suicidio por televisión en vivo, inolvidable para los televidentes. 

 

Thomas Midgley fue un ingeniero mecánico, ingeniero químico e inventor estadounidense que al morir había patentado 170 invenciones. Entre ellas, se destaca el desarrollo del plomo tetraetílico, el cual luego se utilizó en la elaboración de la gasolina. Sin embargo, no es tan recordado por este hecho, sino por la irónica forma en que perdió la vida. Después de cumplir los 50 años, debido a una poliomielitis, Thomas tuvo que pasar varios años en cama, tiempo que ocupó desarrollando un sistema de cuerdas y poleas que le permitían llevar a cabo diversas actividades desde su cama. Pues bien, o mal, el sistema falló y terminó estrangulándolo. Convirtió así su cama en un lecho de muerte.

 

En 1911, en Francia, se ofreció un premio de 10.000 francos para quien desarrollara un buen paracaídas. Uno de los inventores que participó en el concurso se llamaba Franz Reichelt, austríaco, residenciado en Francia. Aprovechando que su oficio era la sastrería, diseñó un traje especial, que llamó vestido-paracaídas. Tenía un revestimiento de caucho y dos especies de alas que salían de sus brazos, encargadas de reducir la velocidad de caída. En febrero de 1912 puso a prueba su invento y se lanzó al vacío desde lo alto de la torre Eiffel. Murió tristemente en la caída, lleno de fracturas y sangrando abundantemente.

 

Un postre mató al rey Adolfo Federico de Suecia. Conocido como “El rey que comió hasta morir”, falleció en 1771 a la edad de 61 años a causa de un problema digestivo luego de comer una cena gigantesca consistente en langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y 14 platos de su postre preferido: semilla, relleno de mazapán y leche. Una muerte bien merendada y bien merecida.

 

Hans Steininger pasó a la historia por tener la barba más larga del mundo, exactamente 1,40 metros de longitud. Sin embargo, su récord lo llevó a la tumba. Un día de 1567, durante un incendio de grandes proporciones, Hans intentó escapar de las llamas, pero olvidó enrollar su barba, de tal suerte que al salir corriendo se le enredó y quedó atrapado. Sorprendentemente, no murió a causa del fuego, sino que al tropezar se fracturó el cuello.

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