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19 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 12 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Crítica Literaria

Carlos Monsiváis (1938-2010)

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Juan Gustavo Cobo Borda

 

Siempre con un libro en la mano, Carlos Monsiváis fue el cronista incomparable de la cultura mexicana del siglo XX. Después de su muerte, su fama se incrementa con la publicación de varios textos póstumos. Menciono dos, ambos del 2012. Las esencias viajeras (hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia) y Aproximaciones y reintegros, donde se reúnen todos sus trabajos de crítica literaria.

 

Monsiváis es esencialmente un chilango, nacido en la colonia Portales de la Ciudad de México, con una rigurosa formación en los himnos bíblicos de la religión protestante. Se los sabía todos, pues, como lo bautizó su gran amigo Sergio Pitol, él era Mister Memory.

 

Vuelve una y otra vez a sus obsesiones y la política será uno de sus blancos favoritos en su célebre columna Por mi madre, bohemios, que sostuvo por décadas. Así lo ejemplariza su recopilación Apocalipstick (2009), donde el fin del mundo resulta una incitante oportunidad para ejercer la sorna y el desprecio hacia la autoayuda y lo que significó el ejército zapatista, al cual visitó en Chiapas. También, ya en el 2005, participó en la marcha del silencio a favor de López Obrador y, con tono de pitonisa visionaria, pronosticó su victoria a la Presidencia en el 2017. Conocía Monsiváis bien a su gente. Para entender México, de la revolución a AMLO, hay que releer a su cronista insuperable.

 

Iba siempre en su trabajo periodístico de la crónica roja al cubrimiento del acontecer social, de José Luis Cuevas y sus murales en la zona rosa al terremoto de 1985. De Agustín Lara y María Félix a Luis Miguel y Gloria Trevi, del relajo al mal gusto, todo mezclado. Por ello, boxeadores y futbolistas merecieron la exaltación de su prosa de suplemento literario, siempre animada por los fervores de la poesía, los mismos que lo llevaron a realizar un libro álbum en memoria de Amado Nervo (2007) y a situar a Alfonso Reyes, Octavio Paz y Jaime Sabines en lo más alto de su parnaso.

 

Es interesante señalar el constante interés de Monsiváis por la literatura colombiana y la vasta red de vasos comunicantes entre uno y otro libro. Allí están María y La Vorágine, Barba Jacob, Cien años de soledad y Gómez Jattin, sin olvidar a los Gólgotas, el liberalismo, a Jorge Eliécer Gaitán y lo que significó el aporte de Marta Traba a la renovación pictórica.

 

Ironía, broma y crítica social, se enfrentará al hieratismo indígena mexicano, rompiendo su máscara pétrea. Hallará en la contracultura norteamericana uno de sus mayores apoyos y, en su conocimiento exhaustivo del cine, uno de sus referentes vitales, como lo atestigua Aires de familia (2000), donde el cine se torna la clave interpretativa de la cultura y la sociedad en América Latina. De Hollywood a los estudios Churubusco, actores y actrices en los westerns o en las películas de gánsteres conformaron el imaginario popular de toda América. Algo de eso quedó también registrado en las más de 20.000 piezas que conforman el Museo del Estanquillo, en Ciudad de México, donde se exhibe la colección privada de Monsiváis. Allí se pueden admirar, entre afiches, grabados y caricaturas, arte popular y películas, la soberbia colección de un escritor consciente de herencia y siempre activo en su apertura hacia nuevas opciones de vida, en el feminismo, en la cultura gay, o en su rescate de antecesores como Salvador Novo (2000). Allí lo marginal ocupa el centro y un aire renovado sacude las opresivas jerarquías.

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