Anecdotario Político

Benjamín Ardila Duarte

En 1937, Darío Echandía fue nombrado embajador en el Vaticano y el presidente López le dijo: “Darío, el salto de Chaparral a Roma es cosa seria. Pase por Nueva York y vaya a Wall Street y vea lo allí pasa. Vaya a Londres a hacer a su medida un frac, un esmoquin, un chaqué y diez o doce vestidos. Vaya a París para que los modistos franceses vistan a Emilia y después de los tres meses de preparación ya puede llegar a presentar sus credenciales al Papa”.

El Libertador no tenía segunda camisa ni a la hora de la victoria de Boyacá ni a la hora de la muerte. Y Miguel Antonio Caro, al decir de Valencia, cosa rara en los tiempos que corren, era un hombre virtuoso. Jamás cambiará su ideal por las lentejas del semita Esaú. Olaya Herrera vendió su única casa para pagar los gastos de su campaña en 1930. Y Obando, ya expresidente, vivió exiliado y cultivó la tierra y vendió legumbres en Lima, para sostener a su pobre familia.

Algún parlamentario primíparo radicó una propuesta para acabar con el Derecho Comercial y fundirlo en el Código Civil. La idea es fiel copia del código fascista italiano de 1939 a 1942, que absorbe el Derecho Comercial en el Código Civil con alusiones a su carácter corporativo, al sentimiento nacional fascista y al concepto de raza en 10 artículos. Error propuesto, porque nos aleja del Código de Napoleón de Andrés Bello y del Plan de Gayo del glorioso Derecho latino.

En el presupuesto del 2019, vemos educación, defensa y policía, salud y protección social con recursos decorosos, pero por encima de todos  -cifras en miles de millones de pesos- con 51.312 está el servicio de la deuda. Ese es el pasivo mayor desde la independencia. Roberto Junguito, José Antonio Ocampo y Eduardo Lora han escrito libros sobre la deuda externa colombiana desde el nacimiento de la República. Pero, como hemos dicho desde hace años, los ministros de Hacienda no amortizan la deuda cuando está barato el dólar y esperan a pagarla cuando sube.