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28 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 17 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Las perspectivas del 2018 mejoran

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Salomón Kalmanovitz

Economista e historiador

 

El año que acabó de pasar fue de mediocre comportamiento económico. El resultado del crecimiento del PIB para el cuarto trimestre no se conocerá hasta marzo, pero los analistas se dividen entre el 1,6 % y el 1,7 % para el 2017, uno de los más bajos desde la gran recesión de 1999-2002.

 

Las causas del pobre desempeño de la economía fueron la destorcida de los precios del petróleo combinada con política monetaria y política fiscal procíclicas: la devaluación precipitada por la caída de ingresos externos generó, a su vez, inflación que la junta directiva del Banco de la República combatió con alzas de su tasa de interés, mientras que el Gobierno se ajustó con la baja de los ingresos provistos por la renta petrolera. Si hubieran sido previsivos, y hubieran ahorrado parte de las enormes bonanzas de las que disfrutamos entre el 2003 y el 2008, bajo Uribe, y entre el 2011 y el 2014, con Santos, adquiriendo reservas internacionales, otra sería la historia, pues las hubieran podido utilizar para impedir una devaluación tan abrupta como la que sufrimos.

 

Para que el Gobierno pudiera ahorrar, hubiera sido necesario un cambio institucional que formara un fondo en el exterior, financiado con superávits fiscales, para ser utilizado en caso de una fuerte caída de precios de las exportaciones, como lo hacen Chile y Perú. Acá tanto Uribe como Santos no ahorraron, sino que, por el contrario, nos endeudaron adicionalmente en el exterior para obtener la fuerte revaluación que profundizó la desindustrialización y produjo una caída de la producción agropecuaria. Como es evidente, los políticos no aprenden de la historia y la repiten incesantemente.

 

El desequilibrio macroeconómico fundamental se ha corregido algo, pero se manifiesta todavía en el 2017 como déficits del Gobierno y del país frente al exterior (balance en cuenta corriente), ambos del 3,6 % del PIB, equivalentes a unos 33 billones de pesos cada uno. Los economistas los llaman déficits gemelos, pues son hijos de la falta de ahorro o lo que es lo mismo del exceso de gasto sobre los ingresos del Gobierno y del país. En la misma dirección, la política monetaria se ha ido volviendo expansiva, en la medida en que caía la inflación, gracias al enfriamiento de la economía; la tasa de interés fue reducida de su nivel máximo del 7,75 %, en agosto del 2016, a 4,75 %, en la actualidad. Esas tasas contribuyen a abaratar el financiamiento de las empresas más que de los consumidores que sufren de condiciones oligopolistas en el mercado de tarjetas de crédito, aunque se beneficiarán los tomadores de crédito hipotecario y para adquirir vehículos. La inflación terminó por encima del 4 %, que es el borde superior de la meta de la autoridad monetaria, por lo cual no podrá seguir relajando su postura hasta que se asegure que la inflación toma un rumbo descendente.

 

También se viene recuperando el precio del petróleo a niveles de 63,50 dólares por barril en la costa de México, lo que ha revaluado el peso colombiano en algo para rondar alrededor de 2.900 pesos por dólar, lo cual también es un factor que está ayudando a quitarle presión a la inflación.

 

Europa, EE UU y Japón vienen consolidando su recuperación de la gran crisis financiera del 2008, mientras que China e India continúan con su crecimiento por encima del 6 %, fortaleciendo las economías “emergentes”, como la colombiana. Falta que el desenlace electoral nos traiga estabilidad económica para el futuro.

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