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19 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 4 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Turquía marcha sobre Siria: retos para el orden internacional

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Matthias Herdegen

 

Director de los institutos de Derecho Público y de Derecho Internacional de la Universidad de Bonn (Alemania)

 

la historia nos enseña que un vacío de poder nunca es duradero. Siempre llega un poder nuevo, una fuerza nueva, que llena el vacío. Como dice el dicho: “a rey muerto, rey puesto”. Cuando la administración Trump tomó la decisión de retirar tropas americanas del norte de Siria, el vacío que dejó el gigante americano fue llenado por Turquía, Rusia e, indirectamente, Irán. Se dio así un cambio tectónico en el juego de poderes en la región.

 

La operación militar turca iniciada en octubre del año en curso en territorio sirio, dirigido contra algunos estamentos kurdos en la región, supone un reto para la política exterior de la Unión Europea (UE) y muchos otros actores. Siempre ha habido un interés tanto de Siria como de Turquía de mantener a raya algunos movimientos kurdos. Ahora Turquía sostiene que desea mantener esta zona libre de milicias kurdas. Las acciones turcas indican la intención de establecer una suerte de protectorado turco en el noreste de Siria, a pesar de que Turquía reconoce formalmente la integridad territorial de dicho país. Esta política podría generar, entre otros, nuevos movimientos migratorios que afectarán directamente a países miembros de la UE.

 

La situación presenta un típico juego de poder, donde cada quien va hasta donde le es posible llegar. Es decir, cada Estado ejerce su influencia y poder hasta donde le es posible. Todas las partes evitan una escalada del conflicto, minimizando los efectos de sus acciones sobre sus relaciones con terceros Estados afectados. Turquía ha iniciado una guerra internacionalmente ilícita. El gobierno turco ha tratado de justificarse en el derecho a la legítima defensa. Y lo ha hecho sin razón, porque no ha logrado demostrar que Turquía fue y es objeto de un ataque armado por parte de milicias kurdas presentes en el norte de Siria.

 

Lo que hace particular al escenario actual es, sin embargo, que la posición de Erdogan en Siria cuenta con el apoyo no solo de importantes aliados globales, como Rusia, sino también del propio gobierno del dictador sirio Bashar al Assad. De esta manera, Turquía no representa una mera fuerza de ocupación en el norte de Siria, sino un poder extranjero aceptado por el gobierno sirio. Aunque no es claro cuánto tiempo sobrevivirá esta suerte de protectorado turco, la legitimidad de la posesión de esta franja del territorio sirio por Turquía se encuentra, al menos formalmente, en el consentimiento del régimen de Assad.

 

Desde la perspectiva de la política exterior, este desarrollo es muy interesante: Rusia se consolida como un poder en la región, ejerciendo influencia en cuerpo ajeno, a través de Turquía. Assad se hace con aliados poderosos, que le permiten mantener el yugo antidemocrático sobre su población y recuperar cierto grado de control sobre una parte del norte de su territorio.

 

La reacción de la UE ante estos desarrollos no ha seguido una línea consistente. La posición de Europa en la región nunca fue particularmente fuerte. EE UU era el único poder occidental con verdadera influencia sobre los diferentes actores. Ahora es Rusia quien asume el papel de potencia global. Para países como Alemania, esta situación demuestra la necesidad de ajustar el derecho interno para poder reaccionar rápida, efectiva y activamente ante nuevas amenazas a la seguridad nacional. Se hace imperativo, entonces, desarrollar un marco normativo respecto de la participación de tropas alemanas en misiones de seguridad.

 

La visión tradicional en el Derecho Constitucional alemán es que, fuera de la defensa de Alemania y de otros países aliados en el marco de la OTAN, solo es posible movilizar las fuerzas armadas en unas pocas circunstancias excepcionales. Para operaciones en el extranjero, se requiere un fundamento jurídico sólido, como un mandato de las Naciones Unidas o, si se acepta que la UE constituye un sistema de seguridad colectiva (paralelo y similar a la ONU), un mandato colectivo de esta. En ausencia de un consenso de todos los miembros de la UE, se abre la discusión acerca de si una coalición parcial o “coalición de los dispuestos” (“coalition of the willing”), formada solo por algunos Estados de la UE, sería suficiente para cumplir con los estrictos requisitos del Derecho Constitucional alemán.

 

Si bien estos retos son de la mayor importancia, para muchos países, sobre todo dentro de la UE, el más difícil no es realizar los ajustes normativos que se requieran, sino lograr un cambio cultural. Se trata de una revolución en la cultura política. Los Estados deben aprender nuevamente a “pensar estratégicamente”. Sin un orden internacional que ofrezca seguridad física, garantizando nuestras libertades, inclusive a través del recurso a la fuerza, ningún discurso idealista ayudará al futuro de Europa. El orden global está cambiando. La UE debe entender el cambio, tomar posición y actuar. En un continente dominado en los últimos años por círculos políticos ciegos ante la transformación de la política global e inmersos en un sueño idealista, no estaría de más una pequeña dosis de realismo.

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